marzo 02, 2019

Los seis científicos ciegos y el elefante



La historia de los seis sabios ciegos y el elefante, originaria de la India, es una de las parábolas que más han entusiasmado a diversas religiones, y se utiliza para demostrar que el ser humano es enormemente limitado, que la verdad es incognoscible, que la subjetividad manda y básicamente cualquier conclusión que se le haya ocurrido a alguien mientras ora, medita o se guarda entre pecho y espalda un rico guiso obtenido sin necesidad de trabajar, como suele ser común entre los ministros religiosos. A muchos filósofos también les gusta la historia.

Si usted por un casual no la conoce, que sería rarísimo, leála aquí. Las versiones varían pero lo esencial no.

El problema que siempre he tenido con esta historia es que para mí lo único que demuestra es que la arrogancia de la religión y la filosofía es peligrosa e impide el conocimiento.

Porque si en lugar de ser seis sabios ciegos en la antigua India (esa India espiritual y de gran bondad e iluminación que igual tiene un sistema de castas que considera que el nacimiento de una hija es una maldición y todavía hoy es común que a las recién nacidas se les mate sin más trámite) esos seis sujetos hubieran sido seis científicos con una preparación adecuada, la historia sería distinta. Vamos a contarla.

LOS SEIS CIENTÍFICOS CIEGOS Y EL ELEFANTE


Había una vez seis científicos ciegos, tres hombres y tres mujeres (como corresponde) que pese a su formación por alguna extraña e incomprensible causa nunca habían tenido noticia de la existencia del elefante mas que por comentarios vagos e imprecisos. Hartos de esa ignorancia, viajaron a la India para poder estudiar al elefante. Pronto se encontraron de frente con un manso paquidermo y se les ofreció la oportunidad de conocerlo.

El primer científico se aproximó al elefante y dio de lleno con su costado.

-Esto parece una pared, -dijo y siguió explorándolo con las manos-. Tiene una curiosa curvatura y es rugoso y duro.

Para entonces, una de las científicas se había acercado a su vez, dando con la oreja del elefante.

-Pues esto parece como un gran abanico, una estructura delgada y muy amplia. Podría ser otra parte del elefante.

Siguiendo su voz, el primer científico se acercó palpando el costado del elefante, llegando a su cuello hasta detectar la oreja.

-Anda, pues el muro se resuelve en esta estructura. El elefante parece un acertijo complejo. ¿Quieres comprobar lo que toqué a la derecha?

La científica asintió y recorrió el camino inverso hasta llegar al amplio costado del elefante.

-Seguramente hay más de él que debemos conocer -dijo luego de constatar que la descripción de su compañero era correcta.

-Vaya si lo hay -dijo la segunda científica, cuya voz escucharon a su izquierda-. Porque esta parte parece una lanza de textura lisa y con una suave curvatura.

Los dos científicos siquieron palpando hacia su izquierda, tocando la mejilla del elefante, incluso subiendo y bajando las manos por su extensión, hasta llegar al colmillo que la segunda científica había encontrado, recorriendo su extensión y su cambiante forma.

Mientras comentaban animadamente las tres partes del elefante que habían descubierto, los interrumpió otro de sus compañeros.

-Pues si se acercan más hacia aquí verán que esta parte es como una serpiente -anunció aferrado a la trompa del elefante.

El proceso se repitió. Los tres primeros fueron a constatar las descripciones táctiles que habían recopilado hasta el momento y se reunieron alrededor de la trompa, descubriendo, al recorrerla con los dedos de arriba a abajo, que era más gruesa en la base y más estrecha en la punta, donde tenía una fascinante capacidad prensil. Su emoción no hizo sino aumentar cuando la tercera científica llamó su atención.

-Aquí lo que tenemos es un pilar... que llega hasta el suelo y parece estar unido al muro que describió nuestro primer colega... quizás hay más.

Siguió un revuelo de dedos recorriendo al elefante y encontrando, además de sus labios y otras áreas, que no había uno, sino cuatro pilares, con lo cual alguno se atrevió a decir:

-Igual son patas. Es sólo una hipótesis de trabajo, pero parece razonable como punto de partida.

Los demás asintieron y se anotaron la posibilidad de que el elefante fuera un animal de cuatro patas.

El tercer científico intervino entonces desde el otro extremo del animal.

-Pues lo que hay aquí es algo que parece una cuerda, con una borla de pelo en el extremo. Quizás es el final del elefante.

Las manos volvieron a partir de la trompa, tocando los colmillos y las orejas y el costado hasta llegar a la cola del elefante, que sostenía el sexto científico.

-Pero estamos detectando al elefante sólo del suelo hasta nuestra altura -dijo una de las científicas.

-Es cierto -coincidió uno de sus compañeros-. Tenemos que explorar la parte de arriba, que por supuesto nos supera en estatura a todos. Alguien se tiene que subir en los hombros de otros para poder tener una descripción más precisa del elefante.

Y así, a hombros de gigantes de su misma estatura, los científicos, pese a su ceguera, pudieron hacer una descripción bastante completa de cómo era el elefante.

Y era así...

octubre 02, 2018

2 de octubre (y fin)

No se olvida.

Pero es el pasado.

Desde que comencé este blog, hoy un tanto abandonado por los esfuerzos que he dedicado a mi canal en YouTube (cambio que tiene un motivo idéntico al que dio nacimiento a este blog, usar el medio más adecuado para promover la razón, el conocimiento científico y una visión social progresista), todos los días 2 de octubre he publicado una sola nota: 2 de octubre no se olvida.


El recordatorio se refiere al 2 de octubre de 1968 en México.

Un movimiento estudiantil que comenzó de manera un tanto accidental en julio de ese año y que pudo ser rápidamente resuelto había crecido hasta convertirse en una enorme movilización estudiantil y popular donde había por igual moderados que extremistas (y una dosis de provocadores, por supuesto). El gobierno autoritario de Gustavo Díaz Ordaz, incapaz de asumir la buena fe de un movimiento social, incapaz de reconocer errores crasos, incapaz de buscar soluciones que implicaran tratar a su ciudadanía como algo más que súbditos, aferrado al principio de autoridad y rehén de su propia paranoia anticomunista, no sólo lo dejó crecer, sino que lo hizo crecer con acciones que sólo eran comprensibles en una lógica de asedio y temor (toma de las principales universidades por el ejército, ataque con bazooka a una preparatoria, provocaciones y detenciones más bien arbitrarias, uso injustificado de una enorme violencia, uso ilegal del ejército en la represión, torturas y desapariciones). Diez días antes de que comenzaran los juegos olímpicos en que México apostaba su imagen internacional, el Consejo Nacional de Huelga que dirigía el movimiento convocó un colosal mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para anunciar una "tregua olímpica" tratando de indicar que el temor del presidente de que todo fuera "un complot para dañar a México" era erróneo, y que sí había buena fe al menos en parte en el movimiento.

El mitin de Tlatelolco. Foto: Archivo Procesofoto

Cuento esto de manera extraordinariamente resumida sabiendo que hay buenas crónicas, razonablemente fiables, de lo acontecido durante el movimiento, que no pretendo sustituir. Y no lo hago sólo para los no mexicanos que me leen, como podría parecer, lo hago para muchos mexicanos para quienes "2 de octubre no se olvida" se ha convertido en muchas cosas distintas, en comodín que sirve para toda causa y movimiento, en concepto vacío. Y para subrayar que, en México, "el 68" no es el mayo francés o la masacre de Kent en Ohio, sino el verano que acabó en Tlatelolco.

Terminando el mitin del 2 de octubre, un batallón del ejército vestido de civil se lanzó a detener a los miembros del CNH en el edificio desde el cual hacían sus intervenciones. Toda la plaza fue además rodeada por el ejército con tanques y personal de infantería. En un momento dado, el ejército empezó a disparar contra la multitud, en lo que desde entonces se conoce como la masacre de Tlatelolco. El número de muertos es tan impreciso que va desde los 20 nombres consignados en la estela que hoy conmemora el acto en la propia Plaza de las Tres Culturas (donde ciertamente faltan nombres conocidos como el de Regina Teuscher Kruger, luego objeto de depredación esotérica como he contado) hasta las afirmaciones de que hubo más de mil víctimas. La cifra real no la conoce nadie y si consta en archivos oficiales, siguen sellados.

La estela conmemorativa de la matanza
En realidad el número da igual. Esos debates de cantidades no dejan de ser mezquinos.

Lo relevante es que un gobierno de una ineptitud y una pequeñez intelectual y moral estremecedoras había tomado la decisión de disparar sobre su propia población de modo alevoso y público, y que luego, en medio del estupor generalizado, celebró sus juegos olímpicos y apostó al olvido y a la represión continuada. La lección política era clara. De allí puede usted desprender todo tipo de interpretaciones y de allí surgieron todo tipo de acciones, porque el país cambió esa tarde. Algunos activistas decidieron que las vías democráticas estaban cerradas y emprendieron o se unieron a la lucha armada contra el gobierno, desatándose la guerra sucia que seguiría durante toda la década de 1970. Otros decidieron que había que profundizar la lucha sindical. Alguno más anunció la instauración del comunismo en breve. Otros apretaron la organización partidista. Varios optaron por no volver a "meterse en política" (esa actividad execrable que detestaba la buena clase media de misa los domingos y silencios apretados a la que pertenecía mi familia). Y más de uno descubrió con el tiempo que la profesión "exmilitante del Movimiento del 68" era un pingüe negocio y a él se han dedicado durante largas y rentables décadas.

Todos quedamos marcados. De un modo o de otro. Los que éramos muy pequeños y apenas habíamos participado en "minibrigadas" de la secundaria y los mayores (a mí, mi familia, preocupada, me mandó en septiembre a Guadalajara y volví en tren el 3 de octubre a una ciudad desconocida). Los que no participaron. Los que favorecían al gobierno. Los empresarios y los trabajadores. La sociedad entera quedó sellada por "el 68", código que acabó resumiendo toda la historia, referente continuo, casi cotidiano, en el mundo universitario, periodístico, social, del activismo y de la política toda del país. Por "el 68" acabó legalizándose el Partido Comunista y surgirían otras organizaciones políticas más o menos serias y más o menos decentes. Por "el 68" se replantearon las políticas de defensa interna. Parteaguas, si los hay.

Revista Proceso

Por cierto, los documentos desclasificados de los Estados Unidos con el tiempo demostraron que la paranoia de Díaz Ordaz era infundada, que ni Cuba ni la Unión Soviética ni China habían sido los instigadores o financiadores del movimiento. Ya después China, vía Corea del Norte, sí entrenaría a muchos guerrilleros de los años siguientes. Pero la URSS no se iba a jugar su posición diplomática en México como punto de entrada a los EE.UU. y Cuba, por motivos curiosos y a veces no muy claros, nunca llevó a México en particular su teoría de la "revolución continental", nunca entrenó guerrilleros ni financió grupos y su participación en toda esta historia se limitó a su anuencia para recibir en calidad de exiliados políticos a los presos del Consejo Nacional de Huelga cuando fueron amnistiados en 1976, así como a diversos guerrilleros liberados como el precio por secuestros de grupos armados diversos antes y después.

Pero una cosa es estar marcado por el pasado, tener una cicatriz que no se puede disimular, como las tenemos también por el primer desencanto amoroso, por el terremoto de 1985, por la ineptitud monstruosa de Ernesto Zedillo, por la nostalgia de las noches cantando con los amigos del bachillerato, por el día en que entramos a nuestro primer trabajo periodístico serio, por miles y miles de cosas, buenas y malas... y otra muy distinta es vivir en el pasado.

Me niego a vivir en el pasado. Del pasado. Con el pasado. Por el pasado.

Como mexicano, esa reinvención continuada de imaginarias "épocas de oro" del cine, de la música, de los salones de baile, del porfiriato, del "rocanrol", de la poesía romántica, del cómic, deloqueseleocurraausted, me resulta cada vez más agobiante y repulsiva, igual que el indigenismo azucarado, la revolución contada como novela mala donde todos los que se mataban entre sí son buenos, la epopeya independentista en la que se ocultan multitud de hechos y muchos otros momentos del pasado enaltecidos y distorsionados para servir a una narrativa nacional de poca monta y en la que se ha incrustado ya el movimiento del 68. Es como si la pretendida abundancia del pasado (en glorias, en logros, en estética obligatoria) justificara toda carencia del presente y toda falta de proyecto claro de futuro. No por nada hoy se consolida la idea de crear una gran transformación en México volviendo, según el área, a 1970, 1938, 1910, 1857, 1810 y, para orientar la ciencia y la tecnología, a un momento impreciso entre el siglo XIV y el XVII.

El Congreso de los Diputados españoles en 1978, cuando se promulgó la Constitución.
Como español que también soy, me agobia que la sociedad en la que hoy vivo, sin distinción de edades, siga peleando la Guerra Civil Española transformada en un estruendo de dos óperas wagnerianas discordantes y falsificadas, donde los adeptos de cada bando exaltan al propio y denigran al otro, rehaciendo las batallas y las tomas de poblaciones con una pasión revisionista escalofriante y estéril. Y si digo la Guerra Civil, digo la dictadura de Franco y digo la transición a la democracia que son los pilares de esta constante presentación de facturas al pasado donde tener razón respecto de lo que aconteció en 1936, 1939, 1960, 1974 o 1978 sustituye a todo intento por construir un futuro razonable, compartido y solidario. Es como vivir con medio Marcuse esquizofrénico: hay que destruir todo el pasado pero no para construir el futuro, que eso nadie sabe cómo se hace, sino para alcanzar el triunfo hoy contra los herederos de un pasado que alguno halla despreciable convencido de que al ayer le faltaba su augusta presencia para alcanzar la perfección.

No puedo reclamarle nada a quien enturbia y trivializa el debate político en España con su reinvención permanente de la transición de 1978 si no asumo que la ficcionalización, monetización, aprovechamiento y distorsión del 68 mexicano son hoy, a estas alturas, medio siglo después, más un lastre que un legado.

Como legado tiene valor, pero cuando usurpa el lugar reservado al presente y al futuro, cuando se apodera perversamente --y con la voluntad de sus titiriteros-- de todo el debate político del que depende no sólo nuestra suerte, sino la de los que vienen, es necesario marcarles un alto. Y para hacerlo afuera lo tengo que hacer dentro de mí.

Tenía yo 13 años apenas en 1968. Pasé buena parte de mis siguientes años estudiantiles a la sombra del 68, era inevitable. Y, desde entonces, mis ideas y las facturas que pagué por ser quien soy (y que me pasaron por igual la izquierda exquisita que la derecha manosuelta) son hijas del 68. Pero todo eso lo viví en cada instante del transcurso de mi presente y siempre mirando hacia el futuro, hacia lo que puede ser, no llorando por la Arcadia perdida, como soy hijo de mis padres, sean quienes sean.

Mi insistencia al repetir "2 de octubre no se olvida" no ha sido, no ha querido ser y no debe verse como un intento vivir en el pasado y tratar de ganar manos de pókar que ya no pueden volver a jugarse.

Aunque seguirá formando filas en mi memoria, el 2 de octubre es historia. Historia antigua, hecho consumado, recuerdo, página pasada y poco más. Como tantas y tantas otras cosas de los dos países donde tengo apoyados ambos pies, un poco, permítaseme, como algunos creen que tenía un pie a cada lado de la entrada del puerto el Coloso de Rodas (aceptemos que yo sería un coloso pequeño, nervioso, de gatillo fácil y de poca relevancia). Porque lo que me importa es el mañana de esos dos países y de todo este mundo interconectado e interdependiente para bien y para mal, de su gente que es la mía, de los que me quieren y a los que quiero en lugares diversos.

Porque sin futuro, el pasado no tiene ningún sentido.

junio 22, 2018

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Una práctica bárbara que sobrevive y que debería ser repudiada por toda persona decente, pero que lamentablemente es defendida no sólo por algunos fanáticos religiosos, sino por personas que tienen la ventaja de que ellas y sus hijas no corren el peligro de que les cercenen bestialmente una parte de sus cuerpos.