enero 08, 2005

El ratoncito Pérez y la razón

A últimas fechas se ha multiplicado la cantidad de tonterías que ofrecen los ocultistas sobre quienes tienen (tenemos) la increíble osadía de no estar de acuerdo con sus delirantes afirmaciones y, además, lo argumentamos y presentamos datos y hechos.

Empecemos por el principio. "Paranormal" es una palabra que ningún todólogo ocultista ha podido definir de manera adecuada. Y es que nunca explican qué tienen que ver las naves extraterrestres con la telepatía, los fantasmas, las caras pintadas en el piso, la astrología, la regresión hipnótica a vidas pasadas y el curanderismo irracional, entre otros componentes del ocultismo actual, como para englobarlos en la misma "disciplina".

Cada asunto de ésos es muy distinto de los otros, y la creencia en cada uno demanda aceptar una serie de dogmas diferentes. ¿Por qué todos aparecen en todos los sitios paranormaleros y en todas las revistas? ¿Cómo es que alguien es, a la vez, experto en astrología, civilizaciones extraterrestres, vida después de la vida y otras cosas más? ¿Es que hay tan poco qué saber de esas disciplinas que se puede uno informar de todas en poco tiempo?

En realidad, a todas esas afirmaciones sólo las une el hecho de que nunca se han demostrado y que pertenecen, por tanto, al reino de las ciencias ocultas, aunque a algunos se les haga nudo el esófago cuando se les caracteriza con toda precisión como "ocultistas" y no, como quisieran, llamándolos "investigadores". Por eso, cuando se les pide que definan la palabra "paranormal" de una manera clara y positiva, no lo consiguen.

En ese mundo de afirmaciones tan variadas y surtidas, tan sin relación entre sí, el pensamiento racional, el método científico, el conocimiento certero, la lógica, no tienen lugar. Quienes practican el ocultismo no saben qué es, cómo se usa, qué lo caracteriza y cómo funciona (o bien lo saben y, por conveniencia, lo ocultan). Por ello, suelen atribuírle una serie de características y adornos que, en realidad, no tiene.

Los racionalistas tratan de demostrar que no existen los fenómenos paranormales


En realidad, el pensamiento racional no puede demostrar una gran cantidad de negativos generales o abstractos. Este es un hecho ampliamente conocido en la epistemología, de modo que nadie trata de hacer la demostración que suponen los ocultistas.

Pensemos en el ratoncito Pérez (el ratoncito que se lleva los dientes de los niños a cambio de una moneda). ¿Existe alguna forma racional y científica de demostrar sin lugar a dudas que el ratoncito Pérez no existe en algún lugar del universo? Pues no. Vaya, sería improbable, pero no se puede demostrar. Y eso, sin embargo, no demuestra que exista.

Si alguien decidiera escribir en defensa de la existencia real del ratoncito Pérez, podría argumentar que, aunque a veces hay "truco" o "engaño" (es decir, los padres del niño suplantan al roedor), hay "casos reales" de casuística del ratoncito Pérez que "desafían las explicaciones racionales". Podrían acudir a multitud de testimonios conmovedores de niños que han visto con toda claridad al ratoncito Pérez corriendo por su habitación con el diente a cuestas en dirección a ese reino donde usa los dientes para quiénsabequé. Podrían decir cosas como "durante cientos de años y en varias culturas se encuentra la tradición del ratoncito Pérez, a veces con otros nombres, a veces convertido en hada (la tooth fairy de las islas británicas y Estados Unidos), pero no es posible desechar tantos testimonios porque toda leyenda tiene su base en la verdad". Y, claro, podrían citar las leyendas sobre los dientes de leche caídos que existieron entre los vikingos y entre los aborígenes australianos. Todo lo cual es cierto (hay testimonios, hay leyendas, etc.) pero no prueba en modo alguno la existencia del ratoncito Pérez

Todos estos argumentos son exactamente los mismos que se ofrecen para sustentar otras creencias que, suponen ellos, tienen más prestigio que el ratoncito Pérez desde el monstruo del Lago Ness hasta la Atlántida.

Bien, cada quién puede creer en lo que le dé la gana. Pero si el creyente en cuestión procede a tratar de demostrar que el ratoncito Pérez existe realmente para vender revistas y libros de ratoncitoperezología, la cosa cambia. Para demostrarlo tiene que aportar pruebas sólidas, no acurrucarse mohíno en un rincón exigiendo que alguien venga y "demuestre" que el ratoncito Pérez no existe.

Lo que el pensamiento racional hace es evaluar los argumentos y las pruebas que ofrece el "investigador en ratoncitoperezología". Así, caso por caso, puede valorarse si tales pruebas y argumentos son sólidos y si alguno de ellas realmente demuestra de manera incontrovertible la existencia del pequeño mercader dental.

Cualquiera puede inventar una idea extravagante cuya falsedad no se puede demostrar. Digamos, que en la Via Veneto, en Roma, vive un dragón invisible cornudo, sin peso, sin masa y formado de energía indetectable, con nueve patas y trece ojos, capaz de esquivar a los transeúntes y que sólo puede ser visto por algunos iluminados que usan energías distintas a las conocidas en el universo real.

Los científicos reales viven en general tratando de trabajar sujetos a los caprichos presupuestales o políticos de los gobiernos, o limitados por las necesidades comerciales o mercadotécnicas de empresas y universidades. Es una bobada suponer que pueden o deben dejar tiradas, digamos, la investigación sobre el mal de Alzheimer o la búsqueda de energías alternativas, y dedicar el tiempo y dinero necesarios para ir corriendo a la Via Veneto a buscar al dragón, o peregrinar a Bélmez sólo porque a algún club de chiflados se le ocurrió que una cara pintadas en el piso es "una manifestación paranormal" porque no vieron a nadie pintándola.

Sin duda, es bastante más probable que alguien la haya pintado a que sea la manifestación de un fenómeno absolutamente desconocido producto de fuerzas que no se conocen para dar como resultado una caricatura de ínfima calidad artística y que se parece tanto a una cara real como el gallo Claudio se parece al pollo que me manduqué en Navidad. Por tanto, son los chiflados que hacen la extraordinaria afirmación de que "son paranormales" los que deben presentar las pruebas. Y siempre resulta que no las tienen, y a cambio ofrecen testimonios, habladurías, experiencias que nada tienen que ver con la medición o evaluación del fenómeno, falacias lógicas, etc.

En los pocos casos en los que parece haber pruebas sólidas, nunca faltan científicos que encuentren el tiempo para estudiar tales temas, pero eso va en el siguiente inciso.

El pensamiento crítico cuestiona la validez de las pruebas ofrecidas por los ocultistas de cada caso particular y los argumentos racionales que presentan. Pero incluso cuando la probabilidad de que sus afirmaciones sean reflejo de la realidad resulte tan baja como la probabilidad de que exista el ratoncito Pérez, aunque uno pueda decir con todo derecho que no cree que existan los fenómenos paranormales, es imposible afirmar con total certeza que en general no existe ningún fenómeno paranormal. Eso sólo demuestra honestidad intelectual y no demuestra nada sobre los hechos supuestamente paranormales. En la vida real esa escasa probabilidad nos afecta tanto como la probabilidad del ratoncito Pérez.

Lo que sí es casi seguro es que, si hay algo de verdad en las afirmaciones sobre lo paranormal, la descubrirán los científicos antes que los autoproclamados investigadores movidos por una creencia ciega y furibunda, cuando no impulsados por el muy humano sueño de vivir sin trabajar comerciando con las creencias del prójimo.

El pensamiento racional niega lo paranormal ciegamente


Esta muletilla se deja oír con la regularidad de un mantra que los ocultistas usan para tranquilizarse. Es decir, para desechar las críticas sin tener que analizarlas, sopesarlas, contravenirlas, responderlas o, a veces, ni siquiera leerlas.

Pero no es cierta.

La ciencia ve con mucho escepticismo las proposiciones que contradicen el conocimiento científico que hemos acumulado. Esto quiere decir que no puede tomar en cuenta cualquier proposición que se nos ocurra a menos que esté respaldadas por pruebas sólidas.

Por otra parte, como decíamos, hay gente que se ha dedicado a la investigación seria de las pruebas aportadas por los creyentes, y lo que han podido determinar es que tales pruebas son de pena.

Philip Klass dedicó la vida a estudiar los reportes de la casuística ovni y no encontró las naves extraterrestres que los ocultistas juran ver (o que alguno de sus entrevistados vio). James Oberg anda en lo mismo. Harry Houdini pasó por todas las sesiones espiritistas que pudo con el sincero deseo de comunicarse con su madre y nunca encontró sino engaños, trucos, embustes y fraudes. Ray Hyman puso todos sus conocimientos como mago, psicólogo cognitivo y estadístico de renombre al servicio de las "pruebas" ofrecidas por la parapsicología seria, y hasta ahora, ya habiéndose retirado, no ha encontrado "la huidiza presa" que buscó toda su vida (la frase viene del nombre de su libro más conocido, The Elusive Quarry). Larry Kusche se ocupó del "misterio" del triángulo de las Bermudas y demostró más allá de toda duda que fue un invento (el último clavo en el ataúd de este cuento fue el hallazgo, no hace mucho, de los cinco aviones Avenger del famoso vuelo 19 que dió origen al mito, y que ni desaparecieron inexplicablemente ni se encuentran siquiera en el mentado triángulo).

Es decir, que en vez de "negar ciegamente", quienes critican las afirmaciones ocultistas se basan en la evaluación racional de los argumentos y en el estudio de las pruebas, cuando las hay. Y se hará cuando se afirme la realidad del ratoncito Pérez aportando argumentos y pruebas. Pero cuando las hay y se estudian, resulta que son tan débiles como las "pruebas" de la existencia del ratoncito Pérez.

Eso les molesta a los verdaderos creyentes porque se sienten ofendidos en su fe y a los negociantes del ocultismo porque creen que pone en peligro sus ingresos.

La ciencia dice saberlo todo


Es famosa la supuesta afirmación de Charles H. Duell, comisionado de la Oficina de patentes de los EE.UU., que en 1899 dijo "Todo lo que puede inventarse ya ha sido inventado", y propuso que se cerrara la oficina de patentes.

Muy probablemente, la frase es una leyenda urbana, sobre todo considerando que, en ese año, la oficina bajo control de Duell otorgó tres mil patentes nuevas. Pero sirve como ejemplo de lo absolutamente tonto que sería creer que el conocimiento tiene límites, o al menos límites que estén cerca de nosotros en el tiempo.

Hay un símil que alguna vez escuché que aclara este tema. Supongamos que un área de investigación es como una puerta cerrada que abre el conocimiento. Cuando se consigue abrir esa puerta por medio de un descubrimiento que aumenta nuestros conocimientos, entramos a una nueva habitación... ¡con diez puertas cerradas que hay que abrir! Es decir, al obtener un poco de conocimiento descubrimos que las áreas de lo que desconocemos son mayores de lo que creíamos.

Entre más sabemos, más más evidente lo poco que sabemos en relación con todo lo que se puede llegar a saber.

En el siglo XIX, los vientos sociales hacían pensar que sería relativamente fácil saberlo todo. Hoy, en los albores del siglo XXI y después de un siglo de acelerados y valiosísimos descubrimientos (a los que el ocultismo no aportó nada) nos damos cuenta de que lo que no sabemos es mucho más que lo que sí sabemos.

Pero, si bien la ciencia, los científicos y el pensamiento racional no afirman en modo alguno saberlo todo, ciertamente hay cosas que sí se saben. Por ejemplo, se sabe la evolución de la construcción de pirámides en el antiguo Egipto, las herramientas con las que se construyeron las pirámides de Giza o Gizéh, los procedimientos de cortes de piedras, las formas de transporte y colocación en la pirámide, los nombres que se daban a sí mismos las cuadrillas de trabajadores (no esclavos) que hicieron todo el trabajo, el nombre del arquitecto en jefe y tantas cosas sobre el tema que no queda lugar para la delirante creencia en que las pirámides fueron construidas por extraterrestres.

La ciencia sabe cosas e ignora otras, y la investigación científica se basa precisamente en lo que se ignora. En la ciencia, a diferencia del ocultismo, no se repiten ad nauseam los mismos experimentos una y otra vez. Una vez que algo está debidamente explicado y demostrado, se pasa a otra área de nuestra ignorancia para aprender cosas nuevas. El ocultismo cree en cosas pero no sabe nada y se limita a la repetición poco racional de los mismos rituales, llamándola "investigación". No hay ninguna razón (hasta ahora y en tanto no se demuestre lo contrario) para aceptar que alguna de las creencias de los ocultistas puede equipararse a un "conocimiento". Exactamente igual que la creencia en el ratoncito Pérez. Ésa es la diferencia.

La ciencia es inmovilista y dogmática


Evidentemente, de lo comentado en el inciso anterior se deduce que la ciencia está en permanente transformación. Es decir, la ciencia se considera y se sabe provisional por cuanto que queda tanto por saber.

De cuando en cuando, las ideas más arraigadas en el cuerpo de conocimientos de la ciencia (que en modo alguno son dogmas) se ven atacadas por alguna propuesta, idea, desarrollo o descubrimiento nuevos. Y en esos casos, pese al escepticismo que razonablemente se muestra al principio, si la evaluación de las pruebas, propuestas, experimentos, ecuaciones, etc. convalida su verdad, se le acepta.

Einstein vino a decir que la mecánica de Newton no era aplicable a niveles macrocósmicos. Planck vino a decir que ni la gravitación de Newton ni la relatividad de Einstein regían el mundo microcósmico. Pasteur vino a decir que muchas enfermedades eran causadas por bichitos tan pequeños que no podemos verlos. Bob Bakker vino a afirmar que los dinosaurios eran de sangre caliente y no fría.

Bueno, ¿por qué la ciencia acabó aceptando como válidos esos desafíos al conocimiento previo y no aceptan las propuestas igualmente revolucionarias y heterodoxas de la paranormalología o la existencia del ratoncito Pérez? ¿Será porque la ciencia es "inmovilista"? ¿Será porque los ocultistas no son parte del mundo académico y se les desprecia? ¿Será por una conspiración de las que tanto les gustan? ¿Será por pura ocurrencia?

¿O será porque las propuestas de Eisntein, Planck, Pasteur y Bakker se han probado con hechos, datos, experimentos, y las propuestas paranormales, incluida la del ratoncito Pérez, no?

El simple hecho de que una idea sea novedosa, original, revolucionaria, innovadora, desafiante, heterodoxa, ingeniosa, extraña, tradicional, milenaria, extendida o extraordinaria no le otorga ningún valor por sí mismo. Las ideas que tienen validez, tengan o no esas otras características, son las que pueden probarse bajo las condiciones de observación y validación que se ha demostrado que nos llevan al conocimiento certero son las que se pueden tomar en cuenta. En ciencia, se analiza el valor de las ideas y lo que las prueba, nada más. El que un hotelero suizo invente que la lápida maya de Pacal representa "una nave espacial" no es más que un delirio inútil que no tiene pruebas, mientras que todo el conocimiento que ya tenemos sobre los mayas nos prueba que lo que está representado en la lápida es otra cosa.

La ciencia está siempre dispuesta a cambiar, de hecho, está cambiando día con día sin que puedan enterarse los ocultistas (y en temas de gran trascendencia), pero para hacerlo necesita razones y pruebas y no los delirios de algunos chiflados. Ser "académico" o tener un título universitario tampoco es vacuna contra la tontería. Vaya, Stanton Friedman no pierde oportunidad de decir que es "físico nuclear" titulado como si eso lo calificara para descubrir extraterrestres. Y hay casos como el de la "fusión fría" que supuestamente descubrieron Pons y Fleishmann, o los experimentos palurdos de Targ y Puthoff con Uri Geller e Ingo Swann. Por mucho que estos personajes sean académicos o titulados, lo importante es que se demostró que sus datos eran inválidos, que sus experimentos no eran reproducibles y que su credulidad ingenua había vencido a la parte científica de su formación.

Vaya, si mañana un premio Nobel de física dice que el ratoncito Pérez existe, es más razonable pensar que es víctima de un delirio a creer que su afirmación es válida sin que la pruebe.

La crítica de la ciencia y adiós al ratoncito Pérez


La actividad científica en abstracto y el trabajo de los científicos en lo personal están, por supuesto, sujetos a la crítica. De hecho, la ciencia y el pensamiento racional se basan precisamente en la crítica permanente a todo lo que nos rodea, incluidos los conocimientos ya aceptados. Adicionalmente, los científicos no dejan de ser humanos al recibir un título universitario, y ciertamente la actividad científica está sujeta a las pasiones humanas más comunes y conocidas.

La diferencia entre el ocultismo y la ciencia no es que en ambas haya "charlatanes" y "gente seria". Eso es lo de menos. Lo que importa son los resultados.

Pese a todos los problemas de la labor científica, del pensamiento racional y de los científicos cuanto seres humanos, la ciencia nos ha dado conocimientos certeros que funcionan, explicaciones de la realidad que cotejamos con los hechos día tras día. Por ejemplo, cuando tenemos una taza de café caliente en la mesa ante nosotros, le soplamos y tenemos la razonable expectativa de que al paso de los minutos se enfríe... corroborando así las leyes de la termodinámica, las conozcamos o no. Nadie que no esté un poco desapegado de la realidad podría esperar que al paso de unos minutos y de soplarle, el café se calentará más.

Resultados, pues. La ciencia y el pensamiento racional descubierto por los antiguos griegos, las leyes de la lógica, la acumulación de conocimientos que se sustentan entre sí, nos dicen día a día que el método empleado para obtenerlos es efectivo, que permite a la larga descubrir errores y fraudes, que se perfecciona constantemente.

Son los resultados que no ha podido ofrecer hasta hoy el ocultismo, que incluso encuentra tan difícil aceptar que algún aspecto de su entramado de creencias sea falso, por más que se haya demostrado (basta ver lo que se sigue diciendo sobre el triángulo de las Bermudas, sobre las pirámides, sobre la lápida de Pacal, etc.).

Es por eso, incluso, que la necesaria crítica útil a la ciencia proviene antes de los propios científicos y de los epistemólogos que de los ocultistas. Los ocultistas ofrecen argumentos, que como hemos visto son falaces, para convencer a otros, no para incrementar o mejorar nuestro sistema de conocimiento.

Pero, mientras no demuestren lo contrario de manera tan sólida como se han demostrado las leyes de la termodinámica, seguirán ofreciendo, además de quejas vacías, milagros que en nada se diferencian del ratoncito Pérez.