octubre 29, 2010

Por una universidad libre de pseudociencia y oscurantismo

Cada día más universidades caen bajo el influjo de la estupidez comercialmente rentable para regocijo de quienes sueñan devolvernos al siglo XI y sacar una buena tajada en el proceso.

Desde los desfiguros astrológicos que han hecho universidades en México y en España  hasta el avance indetenible de las pseudomedicinas no validadas experimentalmente que denuncia cotidianamente La lista de la vergüenza, el abordaje de la universidad por parte del ocultismo está en marcha a toda máquina.

Ante ello, el blog amigo La ciencia y sus demonios ha decidido lanzar un Manifiesto por una universidad libre de pseudociencia y oscurantismo que usted puede leer y firmar aquí.

Por cierto, si los oscurantistas y ocultistas ofrecen el manido argumento de la "libertad de cátedra" y del "libre debate en las universidades", será que no se enteran de que, precisamente, sus afirmaciones no resisten el ejercicio de la libertad de cátedra y, por supuesto, son ellos quienes se rehúsan al libre debate continuamente. Quieren el reconocimiento de la ciencia pero sin hacer el trabajo científico, simulando rigor, como niños jugando a los médicos, y les horroriza someterse, como lo hacen los científicos de verdad día tras día, a la evaluación de sus métodos y resultados por parte de personas que están fuera de su cofradía o aquelarre, limitándose al insulto, la coartada y la tarea de escurrir el bulto, todo ello enemigo de la esencia misma de la universidad.

Y sin universidad, todo lo que usted tiene, empezando por la libertad y terminando con todo el conocimiento, desde la medicina hasta Internet, desde la luz eléctrica hasta el automóvil, todo, todo, desaparece. Sería, ése sí, el retorno de los charlatanes.

octubre 16, 2010

Estimado político

Estimado político,

Me dirijo a usted en su calidad de persona que toma decisiones de gobierno para su país y para sus habitantes.

A efectos de esta carta, da igual si ganó unas elecciones democráticas u obtuvo su puesto mediante alguna irregularidad electoral, por herencia, golpe de estado o cualquier otro procedimiento. También da igual si es o dice ser de derecha o de izquierda, o si alimenta la fantasía del "centro" ideológico; si es hombre o mujer, heterosexual, homosexual, bisexual, polisexual o asexuado. Resulta irrelevante también si actúa buscando beneficiar a sus conciudadanos o simplemente pretende su beneficio personal. Y no tiene ninguna importancia si usted es honrado o pillastre, o si trabaja de presidente, primer ministro, presidente de gobierno, caudillo, premier, diputado, senador, gobernador, presidente de provincia o comunidad autónoma, asambleísta, congresista, presidente municipal, edil, concejal, o en cualquier otra posición de responsabilidad en la toma de decisiones.

Sólo quiero que mire bien lo que hay a su alrededor, que a veces lo obvio se nos pasa de noche, y lo evalúe cuando deba tomar decisiones en el futuro, sobre todo si implican ciertas palabras extrañas, desusadas o en apariencia poco relevantes en la vida diaria. Que valore que aunque las palabras suenen ajenas, los conceptos que transmiten no lo son.

Piense usted en lo que ocurre en la mañana, cuando se levanta. Seguramente tiene usted un lecho limpio y razonablemente cómodo, sea modesto u opulento. La gran mayoría de los dirigentes a lo largo de toda la historia de la humanidad han dormido en condiciones mucho menos deseables que las suyas, acompañados de chinches, pulgas y piojos, ya en el catre de Alejandro Magno, en las mullidas camas de plumón de ganso de Enrique VIII o en el lecho presidencial de Abraham Lincoln.

Como hemos descubierto que estos parásitos no sólo son repugnantes y nos causan picores, sino que transmiten graves enfermedades, los hemos expulsado de nuestros dormitorios. La pulga fue responsable de la peste negra que acabó con entre 1/3 y 1/2 de la población europea en el siglo XIV. Los piojos transmiten enfermedades microbianas y nos pueden inocular desagradables gusanos parásitos. Las chinches provocan poco estéticas erupciones de la piel y graves infecciones.

Por eso se limpia su casa, se airea la ropa de cama y se lava con jabones y detergentes que alejan a los parásitos. Por eso usted se baña, quizás diariamente. Y por eso está libre de muchas enfermedades... y de picores incómodos.

Todo esto lo descubrieron los científicos, haciendo una cosa que se llama ciencia en variedades tan raras como la entomología,la epidemiología, la microbiología y otras palabras así.

Usted se asea, se viste y desayuna. Quizás no sabe que las máquinas que han tejido la tela de su ropa están estrechamente relacionadas con la informática: los sistemas automatizados que se empezaron a usar para obtener tejidos complejos son ancestros de los que se utilizan para programar su teléfono móvil o celular, su ordenador o computadora, y el ordenador o computadora que se usa para controlar sus vuelos en avión y garantizarle todos y cada uno de los despegues, recorridos y aterrizajes de los que ha disfrutado en su vida.

Todos estos dispositivos están construidos sobre principios científicos de nombres como cibernética, robótica, microelectrónica, mecánica de fluidos, aerodinámica, etc. Cuando esos principios se ponen en práctica mediante la ingeniería, hablamos de tecnología. Sin ciencia no hay tecnología... ni sus beneficios.

Lo que usted desayuna no es menos importante. Usted confía razonablemente que sus alimentos no transmiten enfermedades y no tienen sustancias nocivas, además de que puede ver que son económicamente accesibles debido a que existe la agricultura tecnológica y disciplinas como la botánica y la zoología, gracias a que sabemos algo sobre la composición química y el funcionamiento de los seres vivos, su desarrollo, sus relaciones (ecológicas, imagínese) con otros seres vivos, su fisiología y su genética y demás. Y utilizamos eso para producir, transportar y comercializar los productos, y también para analizarlos y certificar que son aptos para el consumo humano. Cuando usted se come un plato de huevos con tocino (o bacon, o panceta) y un vaso de leche, tiene una seguridad razonable de que no se está alimentando con un mortal cóctel de salmonela y triquina aligerado con un vaso de fiebre aftosa.

Todo eso es ciencia, pero con palabras cotidianas: cama, camisa, huevos con tocino, leche, avión, viaje. La ciencia es un sistema probado para obtener conocimientos fiables, un sistema al alcance de todos. Bástele saber eso: funciona, es fiable, no es secreta, conviene.

Seguramente ha tenido problemas de salud, pero sabe que usted y los suyos tienen probabilidades de vivir hasta bien pasados los 70 años. Esto le puede parecer natural, pero no lo era en el pasado. En el siglo XVIII, que no es precisamente la prehistoria, la expectativa de vida era de 35 años. Y no porque todos murieran a los 35, claro, sino por la gran mortalidad infantil, tanta que si usted no es demasiado joven recordará cuando se decía que alguien había tenido tantos hijos y "le habían vivido" tantos. Y luego vivir más de 50 años era igualmente poco frecuente. A los 70 llegaban muy, muy pocos.

Esto se debe a que hoy existen conceptos y productos que no había en el siglo XVIII: asepsia, vacunas, antibióticos, anestésicos, analgésicos, conocimientos de nutrición, etc. Todas esas cosas logradas mediante investigaciones científicas, corroboradas y perfeccionadas continuamente.

Seguramente le han dicho que ciertas "medicinas" antiguas curan ciertas afecciones. No deja de ser raro que no las curaran antes, y que fuera necesario que se desarrollara la medicina basada en evidencias, ésa que llamamos "medicina científica", para curarlas. La viruela era tan común en China como en la India y en Europa, por más yerbas y agujas que usaran, hasta que la medicina científica enfrentó el problema. Hoy no tenemos miedo a la viruela, la erradicamos en 1977 gracias a la ciencia, a cosas como la virología, la inmunología, la bioquímica y otras disciplinas de nombres raros.

Pero tampoco curaban -ni curan- las enfermedades que la medicina científica aún no sabe curar. Por ello, como sociedad --y como individuos-- es más inteligente apostar por la muy joven y muy exitosa medicina científica, que avanza todos los días y que puede demostrar sus logros durante los últimos 150 años, para llegar a curar esas enfermedades que hoy aún son un azote, y no por quienes no han conseguido ningún logro relevante durante siglos o milenios.

De hecho, si usted sufre en el gobierno problemas como "el envejecimiento de la población", es porque los seres humanos de la era científica viven más años y con mejor calidad que los de tiempos y lugares no científicos. Y eso lo goza usted, probablemente con de válvulas cardiacas nuevas, insulina para la diabetes, alguna cadera nueva, un antihipertensivo que le alarga la vida a su corazón y quizá hasta una coqueta liposucción.

Todo eso es ciencia.

Le daré un solo ejemplo más para no agobiarlo con detalles abigarrados: Todo.

Todo lo que usted tiene, vive y disfruta, es resultado de la ciencia. Las edificaciones de su vivienda, oficinas y demás no se caen porque han sido construidos sabiendo científicamente la resistencia y capacidad de los materiales de construcción que vemos funcionar bien día a día, todos los días. Su automóvil. La gasolina que lo mueve. Sus teléfonos. Sus gafas (hijas de los estudios de óptica de Newton). La celdilla fotoeléctrica que impide que el ascensor o elevador se le cierre en las narices (gracias a un principio descubierto por Einstein). El ascensor. La luz del ascensor. Radio y televisión. Bolígrafos e instrumentos de acero. Papel y gomina para el pelo. Latas de anchoas y el láser de su lector de DVD o el que se usó para alinear el túnel del metro (ese láser que decían que no servía para nada). Su reloj y su GPS. La cinta adhesiva y los caramelos para el aliento. La cámara de fotos o de vídeo con que inmortaliza a su familia. Todo, todo es resultado de la ciencia y nada de la pseudociencia, la superstición o la falta de recursos para avanzar. Todo se ha logrado gracias a que algunos seres humanos especialmente curiosos se dedican a averiguar cómo funcionan las cosas, qué leyes las rigen y cómo podemos usarlas y mejorarlas en nuestro beneficio. En el de usted, principalmente.

Porque, verá usted, hay un problema.

Algunas veces parece que los logros y conocimientos de la ciencia son tan abrumadores que ya lo sabemos todo. (Paradójicamente, hay vendedores de miedo al conocimiento y de cierta visión pastoril y ñoña de un pasado que nunca existió, que dicen que la ciencia no sabe nada.)

Pues no, no lo sabemos todo. Ni mucho menos. Sabemos muchas, muchísimas cosas, más cada día... pero son muy poco comparadas con todo lo que nos queda por saber. La ciencia tiene esa peculiar característica: cuando responde una pregunta provoca muchas otras. Como si al conseguir abrir una puerta entráramos a una habitación donde hay otras veinte o más puertas que hay que abrir, con distintas cerraduras, cada una más compleja que la otra.

Para vivir mejor, para que sus conciudadanos vivan mejor, qué caramba, para que usted y sus hijos y sus nietos vivan mejor, más tiempo, con menos incomodidad, más felices y tranquilos, la ciencia debe seguir desarrollándose, aprendiendo, planteándose preguntas difíciles. Esto necesita no sólo investigación, sino recursos y voluntad para formar científicos, para que más jóvenes estudien carreras científicas en mejores condiciones, con mejores profesores y laboratorios, para que los medios informen de modo correcto sobre qué es la ciencia, y para que florezcan disciplinas con nombres que nos pueden sonar raros pero que significan camas, ropa, jabón, teléfonos, caderas, desayunos y películas 3D en DVD.

Entiendo que es muy seductora la idea de complacer a sus electores otorgando financiamiento público a prácticas supuestamente curativas (digamos, por decir, la homeopatía o la acupuntura) que nadie ha demostrado que funcionen y que además contravienen cuanto sabemos (cosas que funcionan y se llaman química, fisiología, física y así). La gente las quiere, y usted sabe que si uno les da lo que quieren, votan por uno, lo cual no está del todo mal. Igualmente es seductor prohibir cosas que unos señores muy escandalosos aseguran que son dañinas y peligrosas (digamos, por decir, los teléfonos móviles o las vacunas) para que voten por nosotros o al menos nos aplaudan mucho y dejen de estar molestando, lo que siempre es agradable. Pero esa seducción tiene su precio.

Los escasos recursos del estado (y no importa si su país es pequeño y pobre o grande y económicamente poderoso, los recursos del estado siempre son escasos) que se desvíen de la ciencia hacia otras actividades más cercanas a la magia acaban redundando en perjuicio de todos, especialmente de usted mismo y de su cómoda supervivencia futura. No apoyar a Jonas Salk en 1955 durante la epidemia de poliomielitis de Estados Unidos, por ejemplo, podría haber significado que sus hijos (los de usted, no los de Salk) hubieran sufrido la enfermedad. O usted mismo. Y entonces la cama, el desayuno, el vuelo y el trabajo de toma de decisiones de gobierno sería bastante menos amable. Sin piernas, imagínese. O conectado de por vida a un respirador. O muerto, que no es una buena situación para disfrutar de la vida como es debido.

La ciencia es fundamental y promover su desarrollo, su conocimiento, su presencia y su reconocimiento, es tema de la más elemental justicia. No debe dejarse sólo en manos de la libre empresa (que usted, sea de izquierda o de derecha, me da igual, sabe que no es muy de fiar), sino que debe ser parte de cualquier política de gobierno a cualquier nivel. Lo contrario, desproteger a la ciencia o, peor aún, promover la anticiencia, la charlatanería, la brujería, el esoterismo y la superstición, es una injusticia para toda la sociedad y, sobre todo, para usted.

Y no me refiero sólo a la justicia básica que implica el que su pueblo (pobre o rico) reciba información real y no engaños. Ni a la justicia que implica el no premiar a embusteros sino a la gente que en realidad trabaja. Se trata de la justicia de no privarlos a usted y los suyos de lo que puede ofrecer la ciencia: triunfos aún mayores contra el cáncer (que ya mata muchas menos personas que en el pasado), contra la diabetes, contra el Alzheimer, contra la caries... viajes turísticos al espacio, mejores consolas de juegos, televisión en tres dimensiones. Todo lo que nos da el conocimiento ante la ausencia de aportaciones (salvo endulzarnos la oreja) que ofrece la superstición.

Hágase justicia, pues, señor político. La ciencia es fundamental y hacerla crecer entre toda la sociedad es benéfico, redituable y de gran importancia para tener una existencia mejor. Sí, para todos nosotros, para sus electores, súbditos, ciudadanos, vasallos o compatriotas, sí. Pero sobre todo para usted.

La próxima vez que tenga que tomar decisiones sobre ciencia, piense en su lecho, su ropa, sus vuelos, su teléfono, su ascensor, sus gafas, sus hijos vivos y sanos. Nada más.

Atentamente,
Mauricio-José Schwarz

octubre 13, 2010

Astrología en la UNAM

Actualización viernes 15: No, el grupo de Facebook no ha sido borrado, simplemente la tarotista encargada del negocio ha decidido borrar los comentarios de muchas personas y "banearnos" para que no podamos ver cómo se desarrolla su publicidad engañosa. Como ella misma explica:
Donde dice "agresivos" debe leerse "críticos, cuestionadores y disidentes", pero las dictaduras (y el esoterismo ocultista es esencialmente dictatorial) suelen tratar así a los que no piensan "como deben". La tontería de "respetar las creencias" es por supuesto una de las coartadas habituales de estos truhanes. Las personas son respetables, las creencias son discutibles. La idea de "respetar las creencias" ahoga, precisamente, la esencia de la universidad, que es el libre debate (mismo que no habrá en el aquelarre del próximo lunes). Es la lógica del fanático que mata herejes y de los religionistas que buscan la penalización de la crítica a las religiones. (Captura de pantalla completa aquí.)
De paso, el arquitecto Trápaga, responsable de Difusión Cultural de la Fac. de Arquitectura de la UNAM, sigue sin responder ni a nuestra carta ni a las que han enviado otras personas y blogs que les han escrito preocupados por este despropósito, como Héctor Julián Coronado, Andrés Tonini, Manuel Abeledo, esceptica.net y otros. Esperemos que hoy responda.
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 Actualización jueves 14: El grupo de Facebook referenciado ha sido borrado, lo cual hace más valioso el que hayamos capturado las pantallas con todos los despropósitos de los empresarios de la hechicería y la adivinación que mueven esto. Alguien en México consultó al Instituto de Astronomía, sólo para encontrarse con una persona que decía que no había nada qué hacer y hasta ahora, Difusión Cultural de la Facultad de Arquitectura no ha respondido a nuestra carta. Seguimos esperando.

Vía una querida amiga del bachillerato me vengo a enterar del siguiente dislate: el próximo 18 de octubre, en el teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, la máxima casa de estudios de México aunque cada vez más dando bandazos, un reconocido embustero profesional de la antigua superstición astrológica, el negociante Steven Forrest (en cuyo sitio Web, como puede usted ver, todo tiene etiqueta de precio) se presentará promovido por unos tarotistas mexicanos para dar una conferencia y embolsarse una buena cantidad (entradas de 100 pesos con un aforo de 422 personas, para un total de 42 200 pesos mexicanos o 2 445 euros a precio de hoy).



Ante las protestas de varias personas en el grupo de Facebook de este despropósito, manejado entre otros por la presunta arquitecta Roxana Muñoz Mercado y la presunta pedagoga y tarotista Nina María Ortega, se ha procedido a censurar varios comentarios críticos tanto de la impostura astrológica como de las mentiras que ofrecen los promotores (que la astrología está presente como "ciencia" en las universidades europeas", que los científicos "estudian y validan" las supersticiones prealfabéticas sobre las estrellas) para forrarse los bolsillos y, por supuesto, del absurdo inconmensurable que implica el que se cedan espacios de la UNAM, universidad pública por excelencia y por tanto patrimonio de todos los mexicanos, para que haga negocio un aquelarrito de neobrujos y de paso se promuevan para conseguir clientes

(Por si las dudas, haga clic aquí para ver la captura de pantalla y los comentarios.)

Uno se pregunta, por supuesto, qué significado se le puede dar a esta celebración de la irracionalidad, la anticiencia y la antiinteligencia en una casa de estudios donde prestan sus servicios los científicos del más alto nivel en México, algunos de ellos ácidos críticos de las más diversas supersticiones como la doctor Julieta Fierro, Premio Kalinga de la UNESCO por su labor en la divulgación de la ciencia.

En todo caso, este humilde blog, como siempre, pasa a preguntarle a los responsables del asunto. El Teatro Carlos Lazo depende directamente de la Facultad de Arquitectura, y son sus autoridades las que están avalando este negocio esotérico-oscurantista, así que le enviamos el siguiente mensaje de correo electrónico al arquitecto Mauricio Trápaga Delfín, que en la página de la Facultad de Arquitectura aparece como encargado de la Coordinación de Difusión Cultural y cuya dirección de correo electrónico pública es difusion.cultural@correo.arq.unam.mx:

Estimado Arq. Trápaga,
Me entero de que en próximas fechas, el Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM alojará una actividad de negocios de la anticiencia, la superstición y la irracionalidad bajo la guisa de una supuesta "Conferencia de astrología evolutiva" impartida por un célebre negociante del esoterismo oscurantista, Steve Forrest (http://www.flickr.com/photos/lpato/5000759246/).
Alarma y preocupa que la máxima casa de estudios de México preste las instalaciones que son de todos los universitarios y de todos los mexicanos para realizar una actividad comercial respecto de una antigua superstición tan superada como lo pueden ser los sacrificios a Huitzilopochtli para tener buenas cosechas. Y para certificarlo, basta que pregunte al Instituto de Astronomía de la propia UNAM sobre la consideración que merece la astrología en el siglo XXI.
La UNAM debe ser el espacio de la inteligencia, del debate y de la ciencia, y no un expendio de falsedades para llenarle los bolsillos a un brujo de la nueva era. Máxime cuando las adivinaciones están tipificadas, junto con las falsas curaciones y la evocación de espíritus,  como fraude de conformidad con el Código Penal del Distrito Federal, Artículo 231 fracción VII, y que esto fue recientemente ratificado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (http://www.mxnoticias.com/189_Mexico/709956_Suprema-Corte-tacha-de-fraude-abusos-de-espiritistas-adivinos-o-curanderos.html) ante una disposición similar del Código Penal de San Luis Potosí.
Mucho le agradecería que me informara de los motivos que han llevado a la Facultad de Arquitectura a dar su beneplácito ante esta barbaridad cavernaria o, en su defecto, su decisión de retirar la autorización a los organizadores de esta actividad por mal uso de las instalaciones de la universidad, y la consecución de un lucro claramente penado por nuestras leyes.
Atentamente,
Mauricio-José Schwarz
Como siempre, informaremos aquí de la atenta respuesta de la Facultad de Arquitectura (o la falta de la misma).

Y como siempre, si usted también quiere protestar, preguntar o comentar ante la propia facultad, no estaría de más, no.

octubre 05, 2010

Premio de ¿comunicación? a "Rappel"

"Había una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado", escribía José Agustín Goytisolo y cantaba Paco Ibáñez. En ese mundo al revés que soñaba el poeta catalán también se toma a un embustero profesional que engaña desvergonzadamente a todos a su alrededor y se le da un premio por inundar los medios de comunicación con falsedades perjudiciales para su sociedad.

Es el mundo del revés con el que nos encontramos esta mañana al enterarnos de que "Rappel", que es como se hace conocer el pseudovidente Rafael Payá Pinilla, "charlatán esperpento" de excepción ha sido galardonado con un premio "Antena de oro" por su acercamiento "de la astrología, parapsicología y otras ciencias a los medios audiovisuales".

El despropósito es colosal, tanto que la indignación no deja de estar acompañada por una sonora carcajada ante tal monumento a la sandez. De un plumazo, la astrología y la parapsicología son declaradas "ciencias" por quienes conceden el premio. Y del anterior plumazo se enseña a la sociedad española y sus alrededores que contar mentiras y engañar vilmente a la sociedad haciéndole creer que se tienen "poderes" que nunca se han demostrado, y desorientar a grandes públicos haciendo uso del aparato televisual es algo digno de ser premiado.

Pero no premiado por las revistas dedicadas a la misma trapacería (y que florecen con anuncios de "Rappel" y sus cómplices) o sitios esotéricos y clubes de embaucadores, sino por la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión de España, organización que debería tener alguna idea de la ética en el manejo de los medios de comunicación.

El premio en cuestión, no demasiado prestigioso, ya había caído en una atrocidad similar al galardonar en 2004 a Íker Jiménez, adalid del antiperiodismo, la contraética y la pseudoinformación, quien se ha construido una colosal fortuna con la impunidad que le concede el Grupo Prisa, desarrollando un periodismo no sólo pletórico de falsedades demostrables, sino profundamente amarillo, sanguinario, escandaloso y desprovisto de todo respeto por las personas que tienen la desgracia de ser presas de su avaricia irresponsable.

Los medios de comunicación vuelven a hacer el ridículo. Esto no es noticia, por supuesto. Sin embargo, los daños sociales de este premio son verdaderamente preocupantes.

Los encargados de conceder este premio mediante decisiones evidentemente nada democráticas ni transparentes le están diciendo a la sociedad española que la astrología y la parapsicología son ciencias, y por lo tanto respetables y tan fiables como la física o los cálculos de los ingenieros que diseñan aviones.

Están diciendo que las historias de los adivinadores son buena comunicación, comunicación que debe destacarse y premiarse por encima de, digamos, la divulgación de la ciencia o el periodismo que denuncia desgracias humanas, tropelías de díazferranes o escándalos de pederastia eclesial.

Están diciéndole a la gente que puede poner, con toda confianza, su credibilidad, sus problemas, sus angustias, sus sueños y el diseño de sus proyectos a futuro en manos de mangantes desvergonzados, sin importar que continuamente rebuznen ofreciendo a los micrófonos predicciones, profecías y videncias que no se cumplen.

María Elena Walsh, la compositora argentina, también cantaba en su "Reino del revés": "Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies, / que un ladrón es vigilante y otro es juez, / y que dos y dos son tres".

Hoy podría anotar que en el Reino del Revés, la mendacidad es comunicación y el engaño, si bien cobrado, es motivo de admiración. Y en lugar de ser enjuiciados por engañar a quienes les sacan el dinero para vivir como gángsters de película, los "videntes de la tele" son agasajados y galardonados.

octubre 04, 2010

Periodismo eructo

Admitámoslo, salvo lo que son estrictamente noticias (y no todas), el resto de la oferta de los medios españoles supuestamente informativos, y muy especialmente la televisión, ya la vimos. La vimos una y otra vez, tomada desde la derecha y desde la izquierda, en analógico y digital, en resolución normal y en HDTV, con reporteros simplones y reporteras ilusionadas y poco avisadas, con equipos de la televisión privada y de la televisión pública. Es periodismo de recetario de restaurante limitadito, periodismo-eructo que se repite una y otra vez, y especialmente en el terreno del esoterismo, el ocultismo, la superstición y la tarea de divorciar a los ciudadanos de su dinero acudiendo a pachangas sobrenaturales.

Periódicamente recibo una llamada de algún  programa de Antena 3 o de Telecinco, y más infrecuentemente de alguna emisora regional (nunca de Asturias, será que aquí ya me conocen) o de un reportero o reportera de prensa en situación de desamparo que me dicen, más o menos, lo mismo siempre:
"Soy del programa de (aquí va el presentador debidamente maquillado) y estamos haciendo un reportaje sobre (videntes o curanderos). Me encontré con su blog (pero no me preocupé mucho en leerlo) y quería saber si usted tiene (así, en un cajón o en un bolsillo de los otros pantalones) a personas que hayan sido estafadas por (videntes o curanderos) para que aparecieran en nuestro programa porque vamos a denunciar esta estafa en un reportaje."
Mi respuesta es también más o menos la misma siempre, y dice así:
"No, mire, no tengo a nadie, porque debe usted tener presente que alguien que haya dejado una fuerte cantidad en manos de un estafador, cuando no un miembro que tuvo que amputarse, la vida de alguno de sus seres queridos o su propia salud, no suele estar interesado en presentarse ante el público a decir que le han visto la cara de gil, salvo que sea tertuliano profesional, y de ésos no conozco. Si me permite, creo que lo que deberían ustedes hacer es dar a conocer los mecanismos de la estafa, cómo hacen creer los videntes que lo son o en qué se basan los curanderos  para que sus víctimas crean que los han curado, e incluso confrontarlos públicamente y desafiarlos a que demuestren con hechos sus afirmaciones, lo cual sería mucho más útil para su público."
Aquí habitualmente se crea una pausa incómoda. Primero, mi interlocutor al parecer dedica unos segundos a preguntarse quién coños se cree ese tipo de acento raro para decir qué es o no es útil para el público. Después, se le ocurre que quizá estoy tratando de presentarme candidato para que me inviten al programa y hacerme rico y famoso. Quizá como última idea, en el fondo de su cerebro un viejo profesor repite algo sobre deontología y ética informativa, pero rápidamente acuden los ejecutivos de la cadena que viven en el cerebro del reportero y amordazan al pesado del profesor (que por algo está dando clases en una universidad y no conduciendo un programa de telebasura rosa) mientras gritan que la publicidad y no el público es la que paga y aseguran que los resultados financieros son responsabilidad del reportero o reportera, que obviamente se asusta.

La conversación luego puede asumir otros derroteros. Preguntan si conozco alguna organización, grupo, club, cofradía o tienda de segunda mano donde "tengan" existencias de posibles entrevistados/estafados que "den juego" en la tele y explico que no, que en España (y en el mundo en general) nadie se ocupa de estas personas salvo para sacarlas en televisión, cuando incluso los jueces se niegan a condenar a quienes los estafan lo cual entra en el concepto de "encima de cornudo apaleado".

Puede ser que alguno me pregunte por un "científico" o de menos "catedrático" que puedan criticar a los videntes y curanderos en televisión (mismos videntes y curanderos a los que NO les piden que los valide un científico o un catedrático para promoverlos, claro). Entonces explico que esta labor generalmente la hacen los periodistas de divulgación porque los científicos habitualmente -y para fortuna de todos- se ocupan de hacer ciencia y no comunicación.

Lo que viene después, más o menos prolongado es tiempo perdido, claro. Y al final el reportero se va a buscar otro lugar donde "tengan" al tertuliano a medida que le han mandado a conseguir.

Ahora me toca a mí

Todo esto me lo recordó hoy el reportaje sobre videntes emitido por Tele Cinco en el programa de Ana Rosa. No, para éste no me llamaron, pero el esquema lo ha visto usted hasta el hartazgo en programas de mañana, tarde o noche:
  1. Valiente reportera va con una serie de videntes contándoles una trola que los videntes se tragan sin masticar, sin desplumar y sin sal (en el programa de hoy, les contaba un falso embarazo y preguntaba si el niño era del marido o del amante).
  2. Los videntes, como era de esperarse, no le atinan ni al mundo en sus "videncias" y dicen más o menos lo que creen que la clienta/víctima quiere oír.
  3. Esto se presenta casi como una hazaña periodística similar a la de Watergate, lo nunca visto, asombro, estupor, emoción y futuro Pulitzer
  4. Se procede a la tertulia.
La terulia, a su vez, tiene un esquema prediseñado que usted también ha visto hasta aprendérsela de memoria:
  1. El locutor habla de "falsos videntes" o "falsos curanderos", dejando claro que los hay "verdaderos" para no meterse en líos, pues las cadenas suelen tener negocios con estos embusteros, ya sea como sus empleados (Rappel, Octavio Aceves, Aramís Fúster y otros distinguidos frikis) o como clientes que les alquilan su horario nocturno para anunciarse y conseguir víctimas, o porque los presentadores mismos son sus clientes y no van a poner en duda sus propias supersticiones.
  2. Los tertulianos están todos de acuerdo en que sí hay "verdaderos" videntes o curanderos.
  3. Todos se asombran al unísono de que los videntes no descubran el engaño ni tengan acierto alguno, probablemente porque esperaban otra cosa.
  4. Alguno hace brevemente de escéptico (en este caso, Alessandro Lequio y Marta Sánchez, "tertulianos" profesionales).
  5. Una vez habiéndose burlado de los "falsos" videntes, el presentador (en este caso Ana Rosa Quintana) sale en defensa de los "verdaderos" declarando algo así como "a mí una vez me atinaron en todo".
  6. Después viene la oportunidad de defender un poco a los pobres "falsos" videntes preguntando, por ejemplo, si mentirles "impide la videncia".
  7. Algún tertuliano echa mano de sus intachables fuentes informativas afirmando: "El otro día me dijeron..."
  8. Se le quita importancia a la estafa porque "sólo son veinte euros" (Lequio) o "es como ir al psicólogo (Marta).
  9. En raras ocasiones se invita a un verdadero crítico de lo supuestamente sobrenatural, más que nada para presentarlo al principio e impedir que hable mucho durante el segmento. Si el crítico se apodera de la palabra durante más de doce segundos, el presentador va a publicidad y al regresar no vuelve a darle oportunidad alguna al aguafiestas.
  10. Se llama a un "verdadero vidente" (en este caso Elena Jiménez, vidente del programa y también tertuliana profesional de TeleCinco) que jura que no cobra, le zumba a los falsos videntes, afirma que su caso es distinto y que él o ella no habría sido engañado (nadie lo intentó, por supuesto), se hace publicidad para su "consulta" y sonríe (en vivo o por teléfono).
  11. Todos se queden muy contentos. Publicidad.
Lo que no hacen estos reportajes-eructo es, sin embargo, lo que deberían hacer:
  1. Acudir a magos y divulgadores para explicar el mecanismo de la estafa.
  2. Denunciar la impunidad fiscal, legal y social de estos personajes y entrevistar a políticos, jueces, abogados y psicólogos para valorar el daño que pueden hacer estas prácticas supersticiosas.
  3. Buscar fuentes sobre la inexistencia de videntes "reales" e informar de ellas a su público.
  4. Asumir y recomendar una posición crítica ante las afirmaciones extrañas y preternaturales.
Lo fácil es asumir mala fe de directivos, presentadores, tertulianos y reporteros, claro, como si supieran que realmente no hay "videntes verdaderos", como si ejercitaran el pensamiento crítico y, malévolamente, se hicieran parte de la estafa mientras se ríen de nuestra ingenuidad.

Es criticable, sin duda, que repitan una y otra vez los mismos reportajes poco útiles, poco informativos y desprovistos de todo indicio de originalidad, pero su visión sobre cosas como la videncia, las pseudomedicinas, los fantasmas y demás falsos enigmas es normalmente de ignorancia e ingenuidad, y eso es lo que promueven.

Pero lo verdaderamente criticable es que algunos de sus empleados, reporteros, presentadores y tertulianos, estén al tanto de la existencia de una posición crítica, cuestionadora, basada en hechos y datos, ejemplificada en numerosos blogueros y divulgadores científicos no sólo en el ciberespacio, sino en la prensa y en la radio, y sin embargo al final se opte por no abrirles las puertas en la mayoría de los casos y mantener esta posición oculta a ojos de sus televidentes.

Lo evidente es que se trata de "hacer tele", no de informar, ni hacer pensar.

Y de repetir lo que atrae público, sin importar sus consecuencias.