diciembre 21, 2011

El ocultismo y la verificación independiente

Uno de los más grandes logros de la historia del conocimiento humano fue el desarrollo de procedimientos adecuados y contrastables para determinar la veracidad o certeza de una afirmación.

Locomotora de vapor
(fotografía © Mauricio-José Schwarz)
Tomemos, por ejemplo, la afirmación: "el agua hierve a 100 ºC a una presión atmosférica de 760 mmHg" (que es, por definición, la presión al nivel del mar en nuestro planeta). Cualquiera que tenga agua, fuego, un barómetro y un termómetro puede constatar esta afirmación. No necesita haber sido tocado por fuerzas preternaturales, no necesita ser un iluminado, no necesita haber pasado por un proceso de "limpieza espiritual" y, por supuesto, no necesita creer en absolutamente nada. Le bastan las definiciones de "agua", "hervir", "100 ºC" y "760 mmHg", así como algunos aparatos para medir objetivamente los acontecimientos para hacer un experimento y constatar que la afirmación es verdadera. Como verdaderas son sus implicaciones: a menor presión atmosférica, el agua hierve a menor temperatura y viceversa, de un modo predecible que nos permite conocer las leyes que describen el comportamiento del agua, la presión y la temperatura. Y esto, a su vez, le ha permitido al ser humano logros tan relevantes como hervir agua para hacer vapor y usar el vapor para crear máquinas asombrosas que, entre otras cosas, facilitaron los viajes, reduciendo el mundo y disparando la revolución industrial.

Cualquier otra persona en cualquier lugar del mundo puede verificar esa afirmación de modo independiente, sin que importe su color, género, preferencia de equipo de fútbol, estatura o capacidad para bailar el tango. Gracias a que distintas personas confirmaron que esto era así, podemos aceptar como certero que "el agua hierve a 100 ºC a una presión atmosférica de 760 mmHg" y se pudo investigar por qué y qué significaba eso.


Sir Francis Bacon
pionero del método científico
(Wikimedia Commons)
Este procedimiento se conoce como "verificación independiente" de las afirmaciones. La aparición de este concepto en el pensamiento humano alteró de modo radical la aproximación de nuestra especie a la realidad. La idea, que ya había sido propuesto por la filosofía en distintos momentos, generalmente con poca suerte, floreció en el siglo XVI de la mano de Francis Bacon, Galileo, Copérnico, Leonardo Da Vinci y otros personajes que empezaron a valorar y estudiar las afirmaciones del pasado, y que empezaron a hacer experimentos y utilizar la verificación independiente para asegurarse de que los resultados eran fiables. El resultado fue la revolución científica.

Antes de esto, las afirmaciones se valoraban según quién las decía (principio de autoridad) y según la lógica o aparente razón que las sustentaba, e incluso la elegancia, el buen decir, la simpatía, la gramática y la floritura del que hacía la afirmación, o incluso dependiendo de qué tan violento, atrabiliario y bien armado estuviera el que hacía la afirmación, de modo que podían imponerse verdades por decreto so pena de que se molestara alguien con poder y nos separara la cabeza del cuerpo, nos asara o cosa similar.

Por ejemplo, Aristóteles afirmó que los seres vivos podían surgir espontáneamente de la materia. Así, decía, los ratones provenían del heno sucio. Creía que el heno sucio se transmutaba y metamorfoseaba para convertirse en ratones, o simplemente que por ser heno sucio tenía la capacidad de sacar ratones literalmente de la nada.

Aristóteles
(Wikimedia Commons)
Y como lo dijo Aristóteles, esta afirmación (y muchas otras afirmaciones erróneas), se consideró verdad durante cientos de años en los cuales no resultaba buena idea decir que Aristóteles estaba equivocado en este punto, o en su afirmación de que las moscas tienen cuatro patas o las mujeres tienen menos dientes que los hombres o los objetos caen más rápido según su peso. Nadie consideraba necesario hacer un experimento, por ejemplo, reuniendo heno sucio sin ratones en un recinto hermético a ver si aparecían ratones. Ni siquiera se proponía públicamente contarle las patas a las moscas o los dientes a las mujeres y los hombres.

Seguramente algunos curiosos contaron las patas de las moscas, pero no sabemos qué pueden haber pensado, quizá creyeron que estaban ante una forma de moscas distinta de la conocida por el filósofo griego, o que esa mosca no era realmente una mosca, o bien que la vista les engañaba. Y alguno seguramente pensó que el viejo Aristóteles había metido la pata hasta el lóbulo de la oreja, pero prefirió no mencionar el detalle por apego a su vida, su integridad física y sus propiedades, o simplemente para mantener buenas relaciones con la sociedad a su alrededor que no estaba por la labor de dudar de la autoridad de Aristóteles.

La aparición de la visión científica permitió someter a cuestionamiento todas las afirmaciones sobre la realidad, diseñar experimentos (como el de Pasteur, que finalmente demostró que la generación espontánea no ocurría) y, sobre todo, permitir que muchas personas corroboraran (o refutaran) las más diversas afirmaciones. Así, cuando en el terreno del conocimiento científico se cuela una afirmación falsa, la confirmación independiente permite tarde o temprano extirparla y demostrar su falsedad, sean los rayos N, el fósil falsificado del hombre de Piltdown o la fusión fría.

El problema es que esa misma visión, esa confirmación independiente de las afirmaciones, esa apertura de los datos, métodos y procedimientos que exige lo que llamamos "método científico" ha permitido descubrir fraudes también en el terreno del ocultismo, desde los procedimientos de lectura en frío usados por supuestos médiums o videntes para dar la apariencia de que tienen ciertos datos hasta las afirmaciones de zahorismo, telepatía y otros elementos fundamentales para las creencias del ocultismo.

Los dueños y promotores
de las presuntamente
paranormales "Caras
de Bélmez@" nunca
han permitido que se
sometan a verificación
independiente.
(Fotografía: César Tort,
Wikimedia Commons)
Y es que los promotores del ocultismo (aquí meta usted todo lo que llaman "paranormal", "parapsicológico", "sobrenatural", "misterioso", "alternativo", "conspiraciones", "astroarqueología" y otras docenas de temas que se amontonan en revistas, congresos y programas de radio y televisión de los rarólogos) no verifican, se conforman con lo que les cuentan siempre y cuando sea emocionante, o provoque miedo, o "suene lógico". Les fascina lo que se les ocurre o se imaginan (o, por contra, lo que "no se les ocurre" como se hizo o que "no pueden imaginarse" cómo ocurrió, como si sus ocurrencias y limitada imaginación fueran la medida del universo) y salvo excepciones, no han demostrado interés en someter a estudio serio y real lo que se les ocurre o se imaginan. En los pocos casos en que ha habido apertura a la verificación independiente de sus acciones o afirmaciones, el resultado ha sido patético.

Lo que nos piden es que creamos cuanto nos cuentan sin comprobarlo, sin verificación independiente. Igual aceptar que pseudoterapias como la homeopatía pueden curarlo todo (hasta el cáncer, dicen con toda desvergüenza) pero sin estudios de cuántas personas con qué tipos de cáncer en qué etapas fueron tratadas y "se curaron", sólo porque alguien dice que otras personas se curaron y hay que creerle. O que los fantasmas graban voces en los aparatos de los creyentes, pero esto lo tiene usted que creer porque no hay modo de verificar independientemente que las grabaciones no sean accidentes, errores, malinterpretaciones, pareidolias o, simplemente, fraudes (porque esto nunca les pasa a los ingenieros de sonido profesionales que graban en estudios, en conciertos o que recopilan los sonidos de la naturaleza, sólo les pasa a los creyentes). O que hay "energías potentísimas" en los círculos de las cosechas que afirman son creados por naves extraterrestres... pero sin forma de que cualquiera llegue y mida esas misteriosas "energías" como puede medir la temperatura, la presión atmosférica, el voltaje eléctrico o la intensidad de la luz.

El ocultismo rechaza la verificación independiente porque sus practicantes sospechan, con buen motivo, que tal verificación podría lastimar sus profundas y sinceras creencias, o sus bien montados negocios. El camino del conocimiento también sirve para detectar la ignorancia y las fantasías.