diciembre 28, 2011

Más "terapias alternativas y complementarias" que no sirven

(Pese a publicarse el 28 de diciembre, este artículo no es, por desgracia, una inocentada. El despilfarro en brujería sigue cabalgando tan campante.)

El periódico Chicago Tribune publicó el pasado 11 de diciembre una investigación sobre algunos estudios del National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM, Centro Nacional para la Medicina Complementaria y Alternativa, que en realidad no es ni complementaria ni alternativa). Estudios hechos por científicos serios, con protocolos adecuados y pulcros, y que demuestran una y otra vez que las terapias extravagantes, descabelladas y supersticiosas no sirven para curar nada.

Así, por ejemplo, se gastaron 374.000 dólares para estudiar la afirmación de la aromaterapia de que el olor al limón y la lavanda ayudan a cicatrizar una herida (!). Resultó que no ayudan. Otros 666.000 dólares se fueron a un estudio para determinar si la oración a distancia (!!) podía curar el SIDA (!!!). Resultó que no pudo. 406.000 dólares más se fueron para pagar un estudio destinado a valorar la idea de que las lavativas de café curan el cáncer de Páncreas. Resultó que no lo curan. Y una cifra estremecedora de 1,25 millones de dólares (!!!!) se invirtió en determinar si los pacientes de cáncer avanzado se "sentían mejor" si les daban masajes. Resultó que sí, como todo el mundo, los masajes les hicieron "sentirse mejor"(!!!!!). Incluso, 104.000 dólares se fueron a las ideas de "curación energética" de una dama que dice que lee auras. Ni cura ni ve auras.



Con esto, sin pestañear, se han tirado 2.800.000 dólares (2.121.000 euros a cambio de hoy) en cuatro afirmaciones absolutamente delirantes y una de una obviedad patente. Pero el presupuesto total anual del NCCAM es de 128 millones de dólares para este tipo de estudios. Dinero que, por cierto, siempre falta en áreas que realmente muestran promesas de ayudar a mejorar la vida de la gente, y falta más ahora que hay problemas económicos.

En otro artículo, el mismo diario informa de subsidios de un total de 1.144.000 dólares más para estudiar si los "sanadores energéticos" tienen algún efecto en la fibromialgia, el cáncer de próstata y la fatiga en supervivientes de cáncer de mama (supervivientes, aclaremos, gracias a la medicina con bases científicas, no a las alternativeces). Estos señores afirman, así sin más, que pueden detectar y manipular cierta extraña "energía universal" (algo que suena mucho como la magia, por cierto). Por supuesto, el problema es que nadie ha probado que exista esta energía, que alguien la pueda detectar o manipular ni mucho menos que tenga que ver con la enfermedad. No hay ningún indicio que haya tal energía. Y, a la hora de los estudios, tampoco funciona.

El Dr. Wallace Sampson, profesor clínico emérito de la Universidad de Stanford, dijo al diario "Algunos de estos tratamientos fueron simplemente inventados a partir de la imaginación de la gente".

Y ése es probablemente el punto esencial.

El NCCAM es parte de los Institutos Nacionales de Salud de los EE.UU., un organismo que gestiona miles y miles de millones de dólares para, dice su misión, "buscar conocimiento fundamental sobre la naturaleza y el comportamiento de los sistemas vivientes y la aplicación de ese conocimiento para mejorar la salud, prolongar la vida y reducir las cargas que conlleva la enfermedad y la discapacidad". Allí, entre institutos dedicados al cáncer, los ojos, el corazón, los pulmones, el genoma, el envejecimiento, las alergias, las infecciones, la sordera, la ceguera y demás, está incrustado como una piedra en un ojo el NCCAM, estudiando (eso sí, con un rigor científico absoluto, con lo cual los resultados tampoco hacen felices a los alternativistas y pseudoterapeutas, cosa que preocupa a los directivos del centro, porque si demuestran que se trata sólo de fantasías, se quedarían sin dinero, sin trabajo y sin ce ntro) cualquier fantasía que se le haya ocurrido a cualquier desocupado y que haya sido promovida con un márketing y una publicidad eficaces, aunque no haya ningún indicio de que tenga relación con la realidad o realmente tenga un valor médico.

Por supuesto, cuando hay indicios de que una práctica, sustancia, hierba, mineral o terapia de cualquier tipo tienen un efecto real sobre la salud, deben ser estudiadas de acuerdo a las rigurosas exigencias que imponemos a todos los medicamentos y prácticas médicas, a los alimentos o a los productos para niños. Por ejemplo, los indicios recurrentes y sólidos sobre los efectos analgésicos y antipiréticos (contra la fiebre) de la corteza de sauce permitieron identificar el ácido salicílico como la sustancia responsable de estos efectos (lo que va más mucho allá de "la corteza de sauce es buena para...") y luego alterar esa sustancia para disminuir su agresividad hacia el aparato digestivo, creando el ácido acetilsalicílico, la aspirina.

Michael Landon, víctima de las terapias
alternativas
(Fotografía CC de Alan Light
vía Wikimedia Commons).
Pero no hay nada que nos pudiera hacer pensar que sirven para algo muchísimas de las prácticas en las que se ha tirado millones y millones de dólares, la energías mágicas, el vudú, las prácticas que no mejoraron la salud de culturas enteras, fracasando durante milenios. Como ejemplo, las lavativas de café nunca han dado resultado positivo alguno digno de notarse, mientras que son bien conocidos los casos de personajes famosos como Steve McQueen y Michael Landon, que en lugar de tratamientos médicos reales se inclinaron por esta práctica, acelerando sus fallecimientos. Sobre la "aromaterapia" nada sugiere que tenga ninguna utilidad médica, y lo mismo ocurre con la oración a distancia y las otras prácticas de las que informa The Chicago Tribune.

Cualquier desahogado con una buena fantasía y un desprecio absoluto por la ciencia puede inventarse una terapia y ponerse a practicarla y enseñarla sin verse obligado jamás a presentar un solo estudio que demuestre su funcionamiento, sus efectos primarios y secundarios, y sus limitaciones (las "terapias alternativas" por definición no tienen efectos secundarios, ni limitaciones). Ya puede ser algo tan peligroso como la quiropráctica y su aterradora estela de paraplejias y muertes o algo tan inútil como la homeopatía, que vende el azúcar más cara del mundo.

Y cuando se les piden estudios para continuar jugando con personas enfermas, o bien exigen una situación especial (afirmando que "la ciencia actual" no tiene herramientas para estudiar sus delirantes afirmaciones o deben estar exentos de ciertas exigencias) o bien piden que sean otros (como los contribuyentes de Estados Unidos) los que paguen los estudios que ellos no hacen... y si los estudios no les dan la razón, pues dirán que estuvieron mal hechos y seguirán facturando... exactamente como lo han hecho los homeópatas españoles ante el último bofetón que la realidad le sacudió a su superstición.

Mientras los alternativistas no muestren estudios, o al menos evidencias convincentes, de que sus prácticas son algo más que una superstición basta, es urgente, y más en tiempos de crisis, defendernos de sus pretensiones económicas. Si no, además de tirar el dinero visitando personas que dicen tener superpoderes curativos que no pueden demostrar, poniendo en peligro nuestra salud y posibilidades de recuperación, podemos hundir el presupuesto científico de países enteros, de por sí recortado y en situación de desamparo, investigando fantasías rentables.

Y fantasías de gente que juega a médicos y enfermeras las hay a carretadas, suficientes para fundirse todo el presupuesto de investigaciones biomédicas del mundo. Abajo anotamos unas 120 de las más conocidas. Y ninguna ha demostrado servir para mejorar la salud de nadie o tener alguna base en la realidad.
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