mayo 22, 2012

Total, qué más da (astrología e ignorancia)

Los que no se creen cualquier especulación sin preguntarse si será verdad o no y cómo se podría evaluar si es verdad o no (a los que les llaman escépticos, por cierto), suelen plantearse cosas que el verdadero creyente ni siquiera se atreve a pensar, no vaya a poner en solfa sus creencias, o arriesgarse a que el gurú, brujo, mago, chamán, investigador, millonario de la televisión del embuste o embustero genérico se moleste con él.

El zodíaco y una astróloga en una ilustración del siglo XV
(modernísimo para los estándares de los astrólogos)
(Imagen D.P. vía Wikimedia Commons)
En el caso de la astrología, y siguiendo con el tema que tocábamos ayer sobre cómo los que se creen astrólogos se entrampan solos, se hicieron varios comentarios porque no explicamos muy bien el nivel de tontería de la astrología en relación con lo que sí sabemos acerca del universo.

Lo intento.

Dice el astrólogo: "como es arriba es abajo", que no quiere decir que cuando tiene mal aliento le hiedan los pies, o quizá sí, pero también que la posición de los cuerpos celestes produce efectos concretos sobre el ser humano, su destino, sus asuntos y sus meneos y devaneos. Bueno, no de todos los cuerpos celestes, sólo de algunos, seleccionados a ojo hace miles de años por señores que eran, para su desgracia, muchísimo más ignorantes que nosotros (que como especie seguimos ignorando más de lo que sabemos). Pero los astrólogos se quedan viviendo en el pasado ignorante, creyendo que arriba sólo hay algunas cositas que para remate giran alrededor de nuestro planeta. Total, qué más da.

Si usted ha oído hablar del universo, sabrá que es grande. Que es MUY grande. Que es TREMENDAMENTE GRANDE. Y que está lleno de estrellas.

¿Qué tan grande?

Se cree que unos 93 mil millones de años luz. Cada año luz es la distancia que recorre la luz en el vacío durante un año. Y como recorre algo menos de 300 mil kilómetros en un segundo, nos damos una idea de un tamaño que realmente no cabe en nuestra imaginación, sólo en nuestro conocimiento.

¿Cuántas estrellas hay en ese universo enorme?
No lo sabemos con exactitud. Los mejores cálculos de los astrónomos (los señores que sí estudian las estrellas en vez de esquilmar al vecino con ellas) y las observaciones de telescopios como el Hubble hablan de unas 300,000,000,000,000,000,000,000 estrellas como aproximación a ojo y sujeta a revisión (repartidas en más o menos 1,000,000,000,000 de galaxias y otras agrupaciones de estrellas).

Obviamente no todas se ven desde nuestro planeta, ni mucho menos, (de hecho, el que su luz no se sume era un misterio real que dio como resultado asombrosos descubrimientos de la astronomía y fue una de las claves de la teoría de la relatividad). Desde nuestro planeta y a ojo apenas podemos ver unas 6.000 más o menos y dependiendo de qué tan buena vista tengamos.

De esas 6.000, unos pocos cientos forman las constelaciones del zodiaco, y son las únicas que los astrólogos tienen en cuenta. ¿Por qué? Pues porque sí, porque les da la gana y porque es lo que hicieron los babilónicos hace 4 o 5 mil años. Total, qué más da.

Porque, claro, si los astrólogos tuvieran en cuenta los trescientos mil trillones de estrellas que calculamos, o las 6 mil que vemos, se matarían haciendo cálculos para determinar si a usted hoy le conviene o no pedir aumento de sueldo el martes, considerando que nació el 17 de abril de 1985 cosa que su cuerpo y el universo recuerdan con absoluta precisión. No nos explican cómo resulta que sus constelaciones y planetas deciden afectar distinto al que nació en abril que al que lo hizo en agosto. Pero lo suyo no son las explicaciones, sino abusar de la desinformación y cobrar. Total, qué más da.

Es especialmente curioso que se limiten a los planetas que podían ver los babilónicos fingiendo que no se ha descubierto nada nuevo en nuestro sistema solar, como señalábamos ayer (salvo Plutón, que sí usan pese a haber sido descubierto sólo en 1930. Se saltan el cinturón de asteroides, se saltan el cinturón de Kuiper, se saltan la nube de Oort y se saltan todas las lunas de todos los planetas excepto la Tierra, en especial las que son más grandes que otros cuerpos celestes que sí cuentan en sus pomposas "cartas astrales".

Comparación aproximada de la Tierra y algunos cuerpos del Sistema
Solar. La astrología sólo cuenta a Mercurio, la Luna y Plutón.
(Imagen realizada por este blog con datos del Centre National D'Etudes Plantetaires
de Francia e imágenes D.P. de la NASA vía Wikimedia Commons)
Así, Ganímedes, la mayor luna de Júpiter, es más grande que el planeta Mercurio, pero no le dan importancia. ¿Por qué? Porque Mercurio lo veían los antiguos pero Ganímedes, como Titán, también mayor que Mercurio, tuvo que esperar a Galileo con su telescopio para que nos enteráramos de su existencia. Calisto e Io, otros dos satélites de Júpiter, son más grandes que nuestra Luna, mientras que Europa (también de Júpiter) y Tritón, que gira alrededor de Neptuno, son mayores que Plutón, lo mismo que pasa con Eris, otro planeta enano un poco mayor que Plutón descubierto apenas en 2005.

Como la teoría (es un decir) astrológica implica que las distancias no importan, deberían tenerse en cuenta todos los cuerpos del sistema solar, ¿no? Bueno, y los de todo el universo. Si lo que importa es el tamaño y la distancia respecto de nosotros, deberían tenerse en cuenta al menos los anteriores objetos del sistema solar. El tema es que no son tontos, si lo hicieran, los cálculos se les complicarían enormemente, tendrían que aprender matemáticas, su productividad bajaría, ganarían menos plata y, total, qué más da.

Así, se quedan con once planetas (porque incluyen, eso sí, al sol y la luna como planetas, total, qué más da si es magia y las respuestas son fáciles cuando te las puedes inventar) y doce de las catorce constelaciones del zodíaco. Y los que sí se creen la superstición astrológica se ven obligados a hacer contorsiones argumentales sin fin para no enfrentar estas contradicciones monumentales.

¿Qué es el zodíaco?

El zodiaco es una serie de constelaciones que desde nuestro planeta se observan a la altura de la eclíptica, nombre que se le da al plano alrededor del cual orbitan los planetas alrededor del sol (vale, los astrólogos creen que es el plano alrededor del cual el sol y todas las estrellas dan vueltas alrededor de la Tierra, pero es que a ellos esas cosas que dijeron Copérnico y Galileo les parecen raras, incomprensibles y probablemente cosa del Maligno, total, qué más da). Así.

La eclíptica con las constelaciones aparentes en verde.
(Imagen de Tauʻolunga [GFDL, CC-BY-SA-3.0]
vía Wikimedia Commons)
¿Qué es una constelación? Un grupo de estrellas que parecen estar cercanas entre sí desde nuestro punto de vista y que mantienen la misma posición relativa noche tras noche (aunque en realidad, al paso de largos períodos de tiempo sí se desplacen unas respecto de otras, cosa de la que tampoco se han enterado los astrólogos, total, qué más da). Imagine que está de pie detrás de una portería mirando al campo de fútbol donde están sólo los 2 porteros. Si no tuviera percepción de la profundidad (por ejemplo, si cierra un ojo), los 2 parecerán estar en el mismo plano, aunque el portero de su portería esté a un metro de usted y el del otro extremo se encuentre a 100 metros. Y, claro, el más cercano parecerá más grande aunque los dos midan más o menos lo mismo. Y si el más cercano mide metro y medio y el más lejano es Pau Gasol, nuestro punto de vista hará que el más cercano parezca más grande que el altísimo basquetbolista. Vamos, que nuestro punto de vista por sí mismo no es una forma muy fiable de juzgar las cosas.

Aries, grupo aparente de estrellas que a los antiguos
les parecía un carnero.
(Foto de Till Credner (http://www.AlltheSky.com)
 CC-BY-SA-3.0 o GFDL,
via Wikimedia Commons)
Ejemplifiquemos con una constelación sencillita: Aries.

Aries está formada, entre muchas otras, por las siguientes estrellas:

α Ari (Hamal), un gigante naranja que está a 66 años luz de la tierra; β Ari (Sheratan), una estrella blanco azul a 60 años luz de nosotros. γ Ari (Mesartim), una estrella binaria de dos componentes blancos situada a 204 años luz de nuestro planeta; ε Ari, otra binaria de dos estrellas blancas pero a 290 años luz de nosotros; λ Ari es otra binaria con una estrella blanca principal y una secundaria amarilla situadas a unos 133 años luz de nosotros; π Ari es otra binaria con una estrella primaria blanca azul y una secundaria blanca, ubicadas a la friolera de 600 años luz de nuestro pequeño punto azul, que diría Sagan.

Y éstas están relativamente cerca de nosotros. Otra de las estrellas menores de Aries es 11 Ari, que está a la aturrullante distancia de 1.160 años luz de nuestro planeta.

Parecen estar juntas, pero no lo están. No tienen relación alguna entre ellas salvo por la posición que accidentalmente parecen tener vistas desde nuestro planeta. Son de edades, tamaños y etapas de desarrollo muy distintas, y están a distancias variadísimas.

Pero, dicen los astrólogos, actúan conjuntamente para afectar nuestras vidas o el marcador de un partido sólo porque se les ocurrió a los babilónicos y en esas épocas se sabía poco del universo y se buscaban correlaciones sencillas y mágicas, Aries tiene una determinada influencia sobre usted, sobre mí, sobre el comportamiento de las sociedades, los resultados de los enfrentamientos deportivos, las elecciones y todo lo humano. Total, qué más da.

Las constelaciones que están en la eclíptica son 14, y forman el zodíaco. Los astrólogos se pasan por el dolmen dos de las constelaciones (Cetus y Ofiuco) para que les queden 12 signos que se dividen muy bien entre los 360 grados de la eclíptica, aunque en realidad las constelaciones no midan 30 grados cada una. Total, qué más da.

Hay otras 62 constelaciones definidas por los astrónomos, para un total de 88, pero a los que estudian el universo les sirven sólo para dividir la esfera celeste alrededor de grupos de estrellas, pero sin darles significados místicos y sabiendo que además de las estrellas que se pueden ver hay muchísimas más.

Si algún día los astrólogos trascendieran el mundo de las supersticiones de los albores de la humanidad y se aproximaran al mundo del conocimiento certero, la contrastación de hipótesis, la observación de los hechos y la elaboración de leyes que predigan efectivamente algo, tendrían mucho qué explicar. No sólo qué tipo de fuerza es la que emiten los planetas y las constelaciones zodiacales para alterar los acontecimientos de la vida humana, sino por qué el resto del universo no emite esa fuerza. Tendrían que explicar cómo sabe una estrella a 600 años luz que es parte de una constelación determionada vista desde la Tierra y por ende ejerce esa fuerza mágica que no ejerce su vecina que no es parte de la constelación. Pero sobre todo tendrían que explicar cómo es que saben cuál es la correlación y algoritmos de las distintas disposiciones de su limitadísimo cielo para saber por qué el miércoles puede uno encontrar pareja más fácilmente que el jueves.

Y luego tendrían que explicar por qué fallan como una escopeta de feria y por qué todas sus predicciones tienen un nivel de aciertos idéntico al esperado si uno hace predicciones al azar.

Es lo malo de no tener curiosidad sobre el universo. Puede ser buen negocio, pero nos limita y, so petexto de un misterio de cartón piedra, pretende negarnos la apasionante aventura de explorar los abundantísimos y extraordinarios misterios de todo el universo que hay más allá de un puñado de estrellas y planetas.