junio 19, 2012

La sangre y los Testigos de Jehová

Más historias ejemplares de jueces que no creen que los padres tengan derecho a matar a sus hijos.

Donación voluntaria de sangre en Israel
(Foto CC-BY-3.0 de Etan Al, vía
Wikimedia Commons)
El pasado 1º de junio se informó que el juez Richard White, de la Suprema Corte australiana, ordenó que se le practicara una transfusión a una niña de 4 años enferma de leucemia y a la que sus padres estaban dispuestos a dejar morir. La muerte, según la oncóloga pediátrica Petra Ritchie, podría haber ocurrido en 4 semanas, mientras que la transfusión le daría a la niña una oportunidad de sobrevivir.

Esto es relevante sobre todo hoy, cuando la leucemia es curable en una gran cantidad de casos, igual que muchas otras formas de cáncer...  y no gracias a las religiones o a pseudomedicinas disfuncionales como la homeopatía, sino a la medicina basada en evidencias comprobables.

junio 18, 2012

El último fugitivo de Aum Shinrikyo

La policía japonesa ha detenido el 13 de junio a Katsuya Takahashi, el último fugitivo de una hoy casi olvidada masacre religionista.

Cartel de "Se busca" pegado en Tokio en 2006. Los
protagonistas son Shin Hirata, el recién detenido
Katsuya Takahashi y Naoko Kikuchi, sospechosos
en el ataque al metro de Tokio.
(Foto GNU vía Wikimedia Commons)
Era el 20 de marzo de 1995, a la hora punta, cuando el sistema del metro de Tokio vivió el horror de un ataque con gas venenoso, dejando un saldo de 13 muertos, hiriendo gravemente a más de 50 e hiriendo a más de cinco mil inocentes, además de sembrar el pánico.

¿Los responsables? Los seguidores de la secta Aum Shinrikyo o "La verdad suprema" (que sigue medrando hoy bajo la nueva marca "Aleph"), encabezada por el delirante gurú o mesías Chizuo Matsumoto, que se hacía llamar Shoko Asahara y en su neorreligión mezclaba elementos del budismo, el hinduismo, la cristiandad y los escritos de Nostradamus en una delirante mezcla dominada por su paranoia y egocentrismo. Al no poder entrar a la universidad, Asahara siguió el camino del menor esfuerzo estudiando la supuesta "medicina china" que lo puso en el camino del misticismo

junio 15, 2012

Desafío apologético

Como algunos saben, entre otras cosas hago una serie de vídeos llamada "El rey va desnudo" dedicada a la crítica de la religión y la promoción del pensamiento crítico en asuntos religiosos, es decir, un caso particular del ocultismo y la preternaturalidad que se distingue por la cantidad de muerte y sufrimiento que ha producido en la historia humana.

San Pablo, primer apologético
y fundador del cristianismo
como se conoce hoy.
(pintura atribuida a György Falkoner,
vía Wikimedia Commons)
Ocasionalmente, el público religioso del canal es interesante (no es frecuente, los pocos religiosos que suelen comentar caen en más lugares comunes que un poeta de 16 años). Uno de los más ingenuos escribió lo siguiente hoy, en inglés, bajo el apodo "Yeshulion", sacerdote personaje del videojuego "World of Warcraft":

"Hola. Te desafío. Pónme a prueba. Te has topado con una máquina de la destrucción de la apologética." La palabra que usa es "juggernaut", un legendario carro del templo de Ratha Yatra dedicado a Krishna que aplastaba a los devotos que se arrojaban a su paso como fanáticos suicidas (recuerden que las religiones indostanas son religiones de paz y concordia y amor).

No entiendo exactamente el reto, pero entiendo la palabra "apologética", que significa la interpretación positiva y beneficiosa de las escrituras cristianas (Antiguo y Nuevo Testamento) para defender la religión utilizando retórica, rollo, falacias y demagogia.

A lo que respondí:

"Yeshulion: La apologética es aburrida. Cualquiera puede hacer apologética, es retórica. Prueba a usar evidencias. Si tienes evidencias, ni siquiera tienes que desafiar a nadie, sólo presentas el hecho, la hipótesis y la evidencia y metodología utilizadas para confirmar la hipótesis. Entonces, sometemos tu proceso a la verificación independiente y, si funciona, se considera una descripción razonablemente exacta y aceptable del universo.

"Si no tienes evidencias, ten la amabilidad de aceptar que simplemente te gusta creer en cuentos de hadas y no puedes enfrentar al universo como es en realidad. No te avergüences. Tal como tú, muchas personas pueden llevar, y llevan, vidas razonablemente felices y productivas, pese al miedo que les causan los seres en los que creen, sin siquiera estrellar aviones contra edificios ni quemar herejes en la hoguera. Trata de permanecer en el grupo de los que no cometen atrocidades en nombre de sus cuentos de hadas y todo saldrá bien. Y hasta podrás enorgullecerte de tus capacidades apologéticas aunque carezcan de significado en la realidad."

junio 13, 2012

Niño salvado de padres antivacunación

Los máximos jueces argentinos han dictaminado que unos padres del movimiento antivacunas deben vacunar a su hijo, desestimando un recurso interpuesto por los fanáticos y explicando que "el derecho a la privacidad familiar antes referido resulta permeable a la intervención del Estado en pos del interés superior del niño como sujeto vulnerable y necesitado de protección" de conformidad con lo dispuesto en la Constitución de la República Argentina que, como todas las constituciones, da a los tratados internacionales nivel superior al de las leyes nacionales. Y tal es el caso de la Convención sobre los Derechos del Niño cuyo artículo 3.1 cita la Corte y que ordena anteponer el interés del niño a cualquier otra consideración.

Dos gotas bastan para salvar a un
niño de la poliomielitis
(Foto D.P. de USAID Bangladesh,
vía Wikimedia Commons)
Una y otra vez se ha dicho y sustentado con abundantísimos datos: no existe ni una sola prueba, ni una sola, de que la vacunación implique ningún riesgo extraordinario para los niños. Y en cambio, existen pruebas abundantísimas, históricas, fisiológicas, epidemiológicas y de todo tipo de que la vacunación evita enfermedades, muertes y daños secundarios graves e incapacitantes. Por eso existe.

Desde tiempos de Edward Jenner, quienes se oponen a la vacunación (originalmente por motivos religiosos y siempre por ignorancia) han acudido a mentiras de lo más creativas, desde las viñetas donde a la gente le aparecían vacas en los lugares de la vacunación hasta, ahora, afirmaciones absolutamente delirantes como los riesgos de ciertos compuestos de mercurio que se usaban como conservantes (han sido eliminados de la mayoría de las vacunas). Uno de ellos, por cierto, el timerosal, era componente del líquido de lentillas que usábamos cotidianamente millones de personas... y no nos envenenamos por mercurio de la misma manera en que no nos quemamos con el sodio de la sal de mesa porque los compuestos químicos se comportan distinto que los elementos que los forman.

junio 04, 2012

Orina de murciélago o sangre de santo

La persecución contra Sanal Edamaruku por desvelar que el agua milagrosa y bendita que rezumaba un crucifijo en Mumbai provenía del desagüe de un retrete (vea la entrada anterior) me recordó una anécdota sobre William Buckland que relata Walter Gratzer en el muy recomendable libro Eurekas y euforias. Cómo entender la ciencia a través de sus anécdotas.

William Buckland, geólogo, sacerdote,
 paleontólogo y tragaldabas.
(Imagen D.P. vía Wikimedia Commons)
William y Frank Buckland fueron un importante dúo del naturalismo británico del siglo XIX, conocidos no sólo por sus trabajaos de observación de la naturaleza, sino también porque tenían la vocación, científica según ellos, de comerse a todo tipo de animal que se encontraran en sus pesquisas zoológicas. William, el padre, era el más audaz y despreocupado en sus aventuras gastronómicas (la historia registra que se manducó el corazón del rey francés Luis XIV que guardaba como curiosidad, reseco hasta el tamaño de una nuez, el arzobispo de Harcourt.

William no era sólo geólogo, plaeontólogo, profesor de Oxford y gourmet heterodoxo, sino que era un sacerdote que llegó a ser Deán de Westminster, posición bastante elevada en la jerarquía de la iglesia de Inglaterra.

Por ejemplo, como sacerdote protestante, William Buckland se casó y fue de luna de miel con su nueva esposa en 1826 a Italia, donde visitó la ciudad de Palermo. Lo llevaron por supuesto a visitar el santuaro de Santa Rosalía, ni más ni menos que la santa patrona de Palermo. En cuanto posó la vista sobre los sagrados huesos de la santa, esos huesos que ella misma (en aparición postmortem, se entiende) había ordenado que se llevaran en procesion por las calles de Palermo en 1624 salvando así milagrosamente a la ciudad de la plaga, William Buckland exclamó: "¡Esos son los huesos de una cabra, no de una mujer!"

Los sacerdotes trataron de discutir, pero Buckland sabía de huesos y los sabía identificar. Así que los encargados del establecimiento se apresuraron a explicar que Santa Rosalía no permitiría que viera la verdad de sus santos restos un protestante infiel.

Procesión de la fiesta de Santa Rosalía en Palermo, 2010.
Tomada de The Italian Piazza bajo política de fair use.
Por si las dudas, desde entonces y hasta el día de hoy, los milagrosos y curativos huesos etiquetados como "reliquias de Santa Rosalía" quedaron guardados de miradas molestas, descreídas y con conocimientos de anatomía comparada, en un coqueto osario sin ventanas. Osario que, por supuesto, se procesiona por las calles de Palermo con gran devoción todos los días 15 de julio para que los palermitanos le pidan protección contra las malvadas enfermedades.

La anécdota del libro de Gratzer que menciono se refiere a otra ocasión, durante una visita a la Catedral de San Pablo en Londres, se le mostró piadosamente al reverendo William Buckland una pequeña depresión en el suelo donde, decían los fieles (sin que los contravinieran mucho los encargados del establecimiento y el cobro de las preceptivas limosnas) había una extraña mancha que nunca se secaba, que nunca cambiaba y que, suponían todos en franco éxtasis religioso, era la milagrosa sangre de algún santo que así bendecía  a la lujosa catedral y a quienes tenían el honor de mantener con su trabajo y sudor tanto a la catedral como a los caballeros que en ella vivían como príncipes sin trabajar demasiado.

Conocedor de los animales y sus sabores más raros, Buckland se puso de inmediato a cuatro patas, husmeó el líquido, le dio un lametazo y declaró con enorme satisfacción: "¡Yo sé qué es esto! ¡Es orina de murciélago!"

Lo era, por supuesto.

Los milagros y las reliquias tienden a tener historias así de extrañas. Como productos del medievo, cuando era gran negocio tener algún despojo de santo, mártir o del propio Cristo, son producto de numerosas falsificaciones (como la del lienzo de Turín, vendido como la mortaja de Cristo). No era extraño así  que hubiera varias cabezas de San Juan Bautista veneradas en distintas iglesias, ni santos con tres o cuatro brazos.

Por supuesto, en el caso de Buckland era, finalmente, religioso cristiano además de ser un científico de los más avanzados de su época. Quizá por eso se ahorró las persecuciones salvajes y fundamentalistas que hoy vive Sanal Edamaruku por demostrar que otro presunto milagro más... simplemente no lo era.